viernes, 19 abril, 2024
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Jubilados de la infelicidad del hombre-masa

¡En este país tenemos pendiente jubilarnos de tantas cosas…!

Los jubilados no ven el panorama político como un tema de debate sino como el territorio de la verdad, como único camino de justicia, progreso y buen reparto. La suya no es una reclamación del hombre masa, anónimo y gregario, que denuncia Ortega. Han tenido que desarrollar un interminable esfuerzo que no se limitó al empeño laboral saldado con las cotizaciones mayores o menores que se ha exigido a cada uno, sino que alcanza también a otras cosas graves e importantes. Al regreso de una manifestación de pensionistas, el autor hace en voz alta esta profunda reflexión que nos atañe a todos.

Xavier Moreno Lara
Xavier Moreno Lara

Una música de fondo –la clara conciencia de sus derechos– late en las consignas, los gritos, los slogans y demás proclamas que lanzan estos días las movilizaciones de los millones de personas mayores que reclaman una jubilación digna. Porque esta, vivida en penuria, no responde al origen lingüístico que deriva jubilación de júbilo. Y no es jubiloso el grito de los millones de manifestantes…, pero sí está lleno de razones. La principal de ellas, su desacuerdo con la forma en la que les trata el país al que han sacado adelante desde el atolladero de una postguerra que derivó en dictadura. Seguida de una Transición que no ha dado de sí todo lo que prometía, sino que, muy al contrario, nos conduce hacia una generalizada corrupción que muchos colectivos rechazan, a la cabeza de ellos las personas mayores.

Los jubilados -me hago uno con ellos- no ven el panorama político como un tema de debate sino como el territorio de la verdad, como único camino de justicia, progreso y buen reparto. La suya no es una reclamación del hombre masa, anónimo y gregario, que denuncia Ortega. Han tenido que desarrollar un interminable esfuerzo, insistamos en ello, que no se limitó al empeño laboral saldado con las cotizaciones mayores o menores que se ha exigido a cada uno. Porque lo principal es -y tiene aún mucho de asignatura pendiente- que quien hoy lo hace se jubila de haber tenido que superar, de un modo o de otro, desde un lado o desde el opuesto, aquel enfrentamiento cainita de la guerra civil. Si en algún terreno la Historia puede mostrarse maestra de la vida y fuente de la verdad es en fundamentar que su recuerdo ayude e impulse a legar a nuestros descendientes una memoria sin acritud. También de esto tenemos pendiente jubilarnos y no tanto como grupo agraviado cuanto como personas cuyo destino es, sea cual fuere la creencia que profesen, el camino de identificación con la última verdad.


La Sociedad de Consumo basa su seducción en ponernos difícil el camino hacia una felicidad sencilla y profunda, a la medida de los sueños de nuestro corazón.


Los manifestantes han conseguido, en alguna medida, la respuesta que esperaban, con los ajustes que comienzan a figurar en los nuevos presupuestos y en la actitud generalizada de los políticos, ahora favorables a sacar a las pensiones de su penuria. Es una primera victoria y fundamental en muchos sentidos. Porque el horizonte en el que transcurre nuestra existencia no tiene lugar en un desierto: vivimos en la vorágine de una Sociedad de Consumo que basa su seducción en acrecentar nuestra insatisfacción. Es decir, en ponernos muy difícil el camino hacia una felicidad sencilla y profunda, a la medida de los sueños de nuestro corazón. Nuestra generación creció teniendo como impensable que un día veríamos hombres caminando por la Luna…, y se ilusionó con la victoria del Apolo XI. Pero no hemos sentido que ese logro se traduzca en el avance hacia formas de ver la Tierra como una Madre común de todos, es decir como fuente de paz, de buen reparto de posibilidades, de respeto a la Naturaleza viva.

El acierto y el éxito de nuestras manifestaciones en pro de una jubilación digna y suficiente nos ha hecho sentirnos por unos momentos los guías del grupo, como otrora lo eran los Consejos de Ancianos en pueblos primitivos y en imperios poderosos. Pero ese logro, siendo importante, deja pendiente el desafío principal que implica a todos y cada uno de nosotros: ser felices y crear con ello una atmósfera de humanidad entre quienes nos rodean. Por eso, la pregunta que hoy tenemos que hacernos para que la reclamación colectiva se convierta en un despertar individual es sobre la Felicidad. Porque alcanzarla como desafío personal es un reto cuyo logro o deficiencia será decisivo para valorar el transcurso de cada existencia humana.

ES HORA DE JUBILARNOS DE LA INFELICIDAD

Tenemos que jubilarnos de la infelicidad. Colectivamente, aspiramos a conseguir el escenario y las condiciones que faciliten el disfrute personal y familiar. Personalmente, la carrera es singular: cada uno elige como terreno de combate el empeño por crear y desarrollar un yo que asciende desde la satisfacción de las necesidades básicas a la vivencia de una armonía familiar y social, en amistad y aceptación profesional que culmine -sigo la pirámide de Maslow– en creatividad y empatía, en armonía con las circunstancias en las que nos haya tocado crecer y madurar. Es decir, ser felices.

Invitar ahora a centrarnos en ello me parece una obligación que tengo con quienes han leído en las páginas de PROPRONews otros mensajes míos sobre problemas colectivos. Esas llamadas carecerían de fuerza vital sin esta invitación a valorarnos por la felicidad que, como logro personal máximo, podamos alcanzar, dentro de las circunstancias en las que nos haya tocado crecer y madurar.

Al regreso de una manifestación de jubilados, cada manifestante es él, pero también es el otro. RTVE
Al regreso de una manifestación de jubilados, cada manifestante es él, pero también es el otro. RTVE

Es hora de jubilarnos de la infelicidad. Podemos asumir esta tarea a partir de un diálogo interno, sencillo y expresivo, que, como es habitual, nos acompaña mientras nos vamos retirando de la manifestación, camino del hogar.

Así me imagino a mí mismo regresando a casa después de palpar el acierto, la fuerza y el eco positivo que, como grupo cargado de razones y de dignidad, hemos conseguido. Poco a poco se va disolviendo el grupo. Nos vamos despidiendo de nuestros viejos conocidos y de los nuevos amigos que nos ha deparado esta coincidencia en lo que es más que un derecho. La lucidez de estas personas que nos han acompañado son la garantía de que podemos responder bien al aviso que nos da Ortega y Gasset en su denuncia del hombre masa: “delante de una persona podemos saber si es masa o no. Masa es todo aquel que no se valora por razones personales, sino que se siente “como todo el mundo” y, sin embargo, eso no le angustia”.

Tampoco ellos, nuestros compañeros de manifestación, se han comportado como “hombres masa”. Cada uno ha gritado su historia personal, aunque usase slogans colectivos. Y no se van quedando atrás como desconocidos sino, de una forma o de otra, más dentro de nuestro corazón. Esta es la manera adecuada para afrontar confiados los últimos pasos que tengamos que dar solos.

Podremos darlos llenos de confianza en el destino, el nuestro personal, el de nuestros familiares y amigos, el de todo colectivo…, que ha ganado la batalla también para nuestros herederos.

(Xavier Moreno Lara es periodista, escritor y filósofo).

MÁS SOBRE EL AUTOR

El prestigioso periodista, filósofo y escritor Xavier Moreno Lara, nuevo colaborador de nuestro periódico

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