Lágrimas de mercurio

Un viaje al infierno de las minas de Almadén

15 noviembre, 2017

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En Almadén -6.000 habitantes, Ciudad Real- hasta la discoteca se llamaba Mercurio. Ese metal líquido, exquisitamente bello, enigmático, brillante y tóxico, era la piedra filosofal sobre la que giraba esta localidad manchega, donde se encuentra la mina más antigua y grande del mundo. Hoy es un parque temático en el que descubrir la dura existencia de los mineros a lo largo de sus dos mil años de existencia. Este es un viaje al infierno de unas minas donde puede decirse que los trabajadores lloraban lágrimas de mercurio. El recinto es hoy un instructivo parque temático.

Viví allí una temporada. Yo era una adolescente y el primer día que llegué al instituto, rebautizado con el nombre de Picasso, me choqué con lo que formaba la esencia de un pueblo que vivía por, para y de la mina. Al pasar lista el profesor, y en un par de ocasiones, un compañero respondió por el ausente con un natural: «No viene hoy, su padre ha bajado a la mina».

De las entrañas de este lugar de La Mancha se ha extraído un tercio de todo el mercurio que ha utilizado la humanidad.

Así se hacía. Cuando el padre tenía turno, la familia permanecía en casa, a la espera. Era una antigua costumbre. Lo mismo que otra, que llevaba a la esposa a tener en estado de perfecta revista una cama de la casa, por si se producía un accidente. La mina era peligrosa. En una jornada laboral cualquier desgracia podía suceder. Como consecuencia, la muerte era también algo cercano y la enfermedad que producen los vapores del mercurio, la hidrargiria, una vieja conocida.

Quizá sea esa cercanía con la fragilidad de la vida la que convierte a los habitantes de Almadén en personas alegres y fiesteras como pocas. A la mínima, sacan la guitarra y se lanzan a cantar; «hacen la baca» (salir de cañas) día sí y día también; nunca, ni en los peores tiempos de la dictadura, dejaron de celebrar los carnavales; y en cuanto pueden entonan orgullosos el himno local, grandilocuente y barroco, tanto que en una de sus estrofas proclama:

Sus mineros, que titanes son,

con esencia de raza inmortal

por España dan el corazón

con valor y bravura sin igual.

¡Ahí queda eso!

PARQUE TEMÁTICO

En la actualidad el yacimiento no está en activo. Se cerró en 2003. Ahora se puede recorrer en visita turística. Ya no hay peligro, ni de derrumbes ni de contaminación. Se ha convertido en un parque temático que impresiona de principio a fin.

Dos antiguos mineros ejercen de guías en una excursión fascinante por su historia bimilenaria. Para hacernos una idea de su importancia bastan dos datos, su antigüedad y el hecho de que de las entrañas de este lugar de La Mancha se ha extraído un tercio de todo el mercurio que ha utilizado la humanidad.

El viaje comienza descendiendo por el Pozo San Teodoro hasta la primera planta, a unos cincuenta metros de la superficie. La bajada se realiza en un ascensor que evoca, por megafonía, los ruidos que emitía «la jaula» que utilizaban los trabajadores. Los cincuenta metros que distan del suelo a la planta que visita el turista son apenas el zaguán de un profundo, misterioso y enorme laberinto, donde los mineros extraían la piedra roja, el cinabrio, del que luego sacaban, mediante un proceso que se explica en el museo anejo, el mercurio. «Parece una tarea imposible, pero los mineros, si eran un poco espabilados, en poco tiempo se conocían los recovecos del subsuelo con tanta exactitud como su propio barrio», explica uno de los guías.

El mercurio, la plata viva de los romanos, se muestra en todos sus aspectos, los métodos de extracción del mineral, su transformación en los hornos, sus usos, sus propiedades y su transporte a América.

Las galerías de los siglos XVI y XVII, el espectacular Baritel de San Andrés, una pieza de ingeniería de una belleza indescriptible, la huella de un enorme trilobites marino de hace millones de años enmarcando la entrada a uno de los túneles y los edificios del Parque Minero, son desde 2012 Patrimonio Mundial.

Por la «Galería de los forzados» entraban los presos y los esclavos a la mina.

La mina abarca un círculo de unos veinticinco kilómetros, cuyo centro estaría en el Pozo de San Teodoro. Muy cerca se encuentra la «galería de los forzados«. Por ella llegaban los presos y los esclavos desde la llamada Real Cárcel donde cumplían condena. El aumento de la producción del azogue, a mediados del siglo XVIII, hizo necesario ampliar la mano de obra en la mina. A la antigua cárcel «La Crujía» eran enviados los forzados, los gitanos, los moriscos y los presos comunes. Llegó un momento en el que el recinto no tuvo suficiente capacidad, situación que se agravó en 1750 al extinguirse las galeras y ser enviados todos los delincuentes y perseguidos al servicio de las minas o a cárceles africanas. Se construye entonces un nuevo presidio. El edificio comunicaba directamente con la mina por esa galería, evitando así el riesgo de fuga y el contacto con la población. A ellos se les encomendaban las tareas más duras y peligrosas. Los presos pocas veces veían la luz del sol. En 1799 se suprimió este tipo de condena y los últimos reclusos obligados a redimir su pena en la mina fueron los de la guerra civil. Tiempo después, hasta a Franco debió parecerle cruel el castigo y la cárcel se demolió en 1969. En su lugar, se alza la Escuela de Ingeniería Minera e Industrial de Almadén.

EL FINAL

Mientras bajamos en el ascensor que sustituye a la antigua jaula, recuerdo aquella huelga que mantuvo encerrados a los mineros en el pozo 19. La localidad entera y toda la comarca se volcaron con ellos. Yo era una cría y nada sabía entonces de protestas y reivindicaciones, pero palpaba la unión, el orgullo y la desesperación de todo el pueblo.

Desde 1979, fecha en la que setenta trabajadores se encerraron en las profundidades de la catacumba para pedir unos sueldos dignos, hasta 2003, en que se cerró, después de dos mil años de aprovechamiento ininterrumpido de estas minas que son las más antiguas del mundo, Almadén vivió su crisis particular, en la que se mezclaron las denuncias de Greenpeace, el reconocimiento por parte de la empresa de que desconocía la forma de deshacerse de los residuos y el definitivo abandono de la explotación, como consecuencia de un dictamen de la Unión Europea por el que se prohibía la venta de mercurio.

Pero el cierre no supuso el fin. El Parque Minero es un paseo apasionante por uno de los trabajos más arduos y peligrosos que ha ejercido el ser humano en su afán por extraer las riquezas de la tierra que habitamos.

Los últimos reclusos obligados a redimir su pena en la mina fueron los de la guerra civil.

Este recorrido por el museo y el interior de la mina se complementa con otro, igualmente conmovedor, al antiguo Hospital de Mineros. Allí se trataban las enfermedades derivadas de la inhalación de los vapores mercuriales y traumatismos causados por los accidentes. Se empezó a construir en 1755. Es un edificio luminoso que albergaba también una sala especial para los forzados. Impresiona ver las camas austeras ancladas al suelo con gruesas cadenas. Ni en la mayor postración se les ofrecía clemencia.

Además de su semblanza minera, Almadén tiene la única plaza de toros hexagonal del mundo. Declarada Monumento Histórico Artístico, albergaba veinticuatro viviendas en su fachada. Fue cine de verano durante mucho tiempo y hoy es un hotel lleno de encanto, donde alojarse para disfrutar de una zona especialmente interesante, enclavada en uno de los más claros ejemplos de ecosistema de bosque mediterráneo de nuestro país. De su variada y exquisita gastronomía, mejor no hablo. Vayan y prueben.