miércoles, 17 abril, 2024
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Llamadme tiquismiquis…

… pero a mí que venga un tío y me toque el culo sin mi permiso me sienta fatal

Es verdad, eso me sienta fatal. Y casi pensaba que era la única, porque no es un tema que surja con frecuencia mientras tomas unas cañas. Pero ahora resulta que el affaire Weinstein, el caso de acoso sexual más desproporcionado, prolongado en el tiempo y repugnante que se haya desvelado en las últimas décadas, ha destapado la caja de los truenos. Y la práctica se ha revelado como un sigiloso y tremendo cáncer que de repente ha hecho su aparición virulenta. Las denuncias surgen inesperadas como las metástasis.

Tantas denuncias que hasta Nacho Vidal, famoso actor porno, cuya polla (una réplica, claro) se vende en Amazon por 48 euros, confiesa haber sido una víctima también. El protagonista de “Follando con mi vecina”, ”Te lo haré duro Baby” o “El vicio de Lulú Pretel” fue el otro día a las urgencias de una clínica por un dolor de oídos, y no es que le revisaran la oreja, es que le tocaron (literalmente) los cojones.


Yo una vez fui acosada por un compañero con el que pretendía tener una charla tranquila.


El caso es que al leer la noticia de lo sucedido a Nacho Vidal, inmediatamente se me han ocurrido algunas “gracietas” malvadas y de mal gusto, que no han pasado del pensamiento automático, precisamente porque son malvadas, porque son machistas, porque tienen maldita la gracia, porque son mezquinas y porque me las dicta de forma subliminal esa educación heteropatriarcal contra la que me peleo a diario, porque ahí estoy, contra los estereotipos, y lo que yo creo firmemente, es que tu cuerpo es tuyo y lo toca quien tú quieres, seas el rey del porno o una monja de clausura. Tú y solo tú decides con quién lo compartes.

De forma que me envainé los chistes de mal gusto y los enterré profundamente en el baúl de las cosas que quiero eliminar de mí, mientras miraba estupefacta cómo las redes echaban chispas estos días, tanto para airear lo sucedido como para minimizarlo, o, lo peor, para ridiculizar, acusar o denigrar a las mujeres que lo han denunciado. Y lo que más sorprende e indigna es que sean, en muchos casos, las propias mujeres las que se ensañan, tanto si denuncias como si callas. Entre ellas destaca la inefable Ana Obregón que asegura que: “ellos lo intentan porque en algún momento lo han conseguido”; y añade: “no tiene sentido denunciarlo ahora”; y remata: “yo he sido muy cortante. Esto ha pasado porque hubo una predecesora que en su momento dijo que sí y pasó por el aro”. Ahí está lo grave. Ana Obregón y tantos y tantos no culpan al tío que se propasa sino a alguna mujer que antes lo permitió. El argumento es tan flojo, absurdo y peregrino como las películas en las que actúa esta mujer, que tenía un padre rico que le financiaba al productor las pelis, con tal de que contratara a la niña (dicen las lenguas viperinas), y así su hija no tenía que currarse un papel de casting en casting. Suerte la suya. Luego se ha retractado y asegura que condena los abusos; “como cualquier mujer”, explica. Estaría bueno que además de comprenderlos y ser tan condescendiente con los que los llevan a cabo, los aplaudieras, Anita.

HEROÍNA

Porque cuando una mujer busca trabajo y la persona que se lo tiene que dar es un pudiente hombre de negocios que maneja el poder y la gloria, tiene que ser una heroína a lo Lady Godiva para atreverse a denunciarlo públicamente, y quizá tarde años en conseguir el suficiente poder propio, aplomo y valor para reconocerlo, primero ante ella misma y, después, ante los demás, y aún así tendrá que sufrir el desdén de miles de personas que enarcarán la ceja diciendo: “algo habrá hecho”; y ahora, después del estallido de la bomba de neutrones, un: “a buenas horas”, como si cualquier hora no fuera buena para denunciar algo así.

Todo esto estalló en la cada vez más lejana América. Pero ¿y en nuestra querida patria de españoles y gentes de bien? Pues, sin ir más lejos, yo recuerdo una canción popular de no hace demasiado tiempo que decía:

Si te lo han tentao,

si te lo han tentao,

cochina marrana,

no haberte dejao.

¿Ordinario verdad? Sí. Y triste muy triste. Bien, pues piensen un poco en la letra del Despacito de Fonsi, que hemos bailado con frenesí este verano, y comprobarán que tampoco anda muy fina. Es decir hemos ganado en ritmo y forma, pero el fondo es exactamente el mismo: “Te tocan, “¡ah, se siente!”

Harvey Weinstein, acosador reincidente, no es un enfermo. RTVE
Harvey Weinstein, acosador reincidente, no es un enfermo. RTVE

Si te has criado entre semejantes estribillos, acompañados de los conocidos y potentes mantras contra la libertad femenina -“viste como una fulana”, “sale sola”, “ella le provocó”, “es una calientapollas”, y etc. etc.-, lo normal es que entierres cualquier incidente de este estilo en el subconsciente más profundo, o incluso te culpes a ti misma por “haberte dejao”. Así que hay que alabar la valentía de las que, ahora que son mujeres fuertes y empoderadas, se deciden a rescatar el episodio, estoy segura, no para conseguir provecho (otra de las acusaciones reiteradas), sino para evitar que el resto lo siga sufriendo.

ESCALOFRIANTE RECUENTO

Porque el recuento es escalofriante y, así, el caso Weinstein y la campaña me too, que anima a las mujeres a alzar la voz ante la cultura del silencio, han puesto de relieve actuaciones, como la del Parlamento Europeo, que ha celebrado una reunión (a la que curiosamente faltaron la mayoría de sus señorías varones), para debatir las medidas de prevención de abusos sexuales. Puede ser que tanta clamorosa ausencia se deba a que en esos días una información del periódico Sunday Times recogía el testimonio de una docena de mujeres que relataban abusos, tocamientos y hostigamiento por parte de miembros del mismo ilustre parlamento.


“Ellos lo intentan porque en algún momento lo han conseguido y no tiene sentido denunciarlo ahora” (Ana Obregón).


También saltaba por estas fechas la denuncia de Yvonne Blake, presidenta de la Academia Española de Cine, diciendo que un productor americano la violó. Y a eso añadimos las voces de Leticia Dolera, Aitana Sánchez Gijón, Carla Hidalgo o Maru Valdivieso, o el escándalo, que ha tocado a la democracia más antigua de Europa, Westminster, que de momento se ha llevado por delante al ministro de defensa, Sir Michael Fallon por su conducta inapropiada con una periodista. Él ha dimitido, pero otros cuarenta diputados conservadores involucrados en tal infamia siguen yendo todos los días a su despacho a trabajar por los ciudadanos como si tal cosa.

En el suelo patrio también tenemos historias muy sonadas, como la del psiquiatra sevillano Javier Criado, denunciado por Matilde Solís, ex mujer del Duque de Alba, y por una treintena más de mujeres, por abusos en su propia consulta; o un alcalde que pide favores sexuales a una empleada a cambio de no denunciarla por estar trabajando y cobrando la prestación de desempleo; o ese médico que se masturbó delante de una paciente aprovechando que la enfermera salió un momento… Y no sigo porque este artículo sería interminable y, además, estoy a punto de vomitar.

NO SON ENFERMOS

Hay que estar muy rematadamente mal para comportarse así, pero no son enfermos, ¡qué va!, son hombres a los que las mujeres les importamos una mierda, hombres que creen que su posición y su poder les permitirán hacer lo que quieran. La enfermedad es la excusa de los ricos, que cuando salen a la luz sus bonitas costumbres, se van a una clínica de desintoxicación de su adicción al sexo, al alcohol o a las drogas, o las tres cosas juntas, y punto.

Y ya, para coronar el colmo de los esperpentos, Carlos Herrera, siempre tan al tanto de la actualidad, dedicó su último y casposo programa -ese de cuyo nombre no quiero acordarme y que le pagamos todos en TVE– a los acosos sexuales; y va y se lleva de tertuliano a Salvador Sostres, un ser que, entre otras cosas, tiene en su curriculum haber dicho, comparando a las mujeres maduras con las jóvenes: “Es que las de 17, 18 , 19 años todavía no huelen a ácido úrico, están limpias, huelen a santidad. El punto mágico está en los 17, 18 y 19, con la tensión de la carne y el primer rasurado, porque el segundo pica”.

No es de extrañar, pues, que, muy lejos de avergonzarse por lo anterior, asegurara Sostres en el programa de su amigo Carlos que “un contacto físico casual repetido y mensajes e invitaciones sugerentes no son acoso sexual”. Y lo dice en la tele pública, en España, país en el que, entre 2008 y 2015, se produjeron 1.500 requerimientos y denuncias por acoso sexual laboral, de los cuales solo 49 concluyeron en condena. Hay mucha vergüenza y mucho miedo a denunciar en un ambiente donde, además, personajes despreciables campan a sus anchas en los medios de comunicación.

¡Ay, madre mía, las tonterías que digo! RTVE
¡Ay, madre mía, las tonterías que digo! RTVE

Así que, además de tiquismiquis, podéis llamarme cobarde, porque yo una vez fui acosada por un compañero con el que pretendía tener una charla tranquila y que interpretó mi invitación a la amistad como una llamada al sexo. Le dije que no y, después de ponerme de estrecha para arriba y de tener que inventarme que estaba perdidamente enamorada de un novio inexistente, para quitármelo de encima, por no decirle claramente la verdad, que no me gustaba absolutamente nada, que sencillamente no me apetecía mezclar mis babas con las suyas, me quedé con la sensación de que la culpable era yo. Han pasado muchos años desde entonces, pero no sé qué haría ahora ante una situación semejante. Por eso, admiro profundamente a las que han dado el paso y suscribo lo que dijo Cate Blanchett: las mujeres nos vestimos sexys porque nos gusta, no porque queramos acostarnos contigo. A ver si os enteráis.

Y con Sostres, ya lo adelanto, si fuera el último hombre del mundo y yo la última hembra, y de nuestra cópula dependiera la supervivencia de la raza humana, pues eso, que FIN.

Prefiero el APOCALIPSIS.

(Elisa Blázquez Zarcero es periodista y escritora).

SOBRE LA AUTORA Y SUS ACTIVIDADES

https://www.propronews.es/una-colaboradora-muy-especial/

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