Llamadme homófoba…

…pero estoy en contra de los vientres de alquiler

1885
La periodista, con su perro Killer
La periodista, con su perro Killer

Llamadme homófoba, sí, pero yo estoy en contra de los vientres de alquiler. ¿Y por qué me dirijo tan directamente al colectivo homosexual? Pues porque son ellos los que más están aireando el asunto, aunque no son los únicos. Voy por partes. Miguel Bosé, Ricky Martin, Miguel Poveda o Cristiano Ronaldo, todos ellos ricos, famosos y homosexuales (bueno, Ronaldo, no sé), consideran que tener un hijo es un derecho. Y no.

La periodista, con su perro Killer
La periodista, con su perro Killer

Tener hijos es un deseo, una pulsión legítima, pero no un derecho, tanto da si eres  homosexual, hetero o poliamoroso. Si además eres el macho de tu especie y tu especie no es la de los caballitos de mar, no puedes. ¡Ah, se siente! Haber elegido mujer y fértil.

No nos engañemos, parir es un trance bastante desagradable. Las mujeres lo hemos hecho a lo largo de la historia como si dar vida fuera un castigo divino. Eso nos ha dado el papel de segundonas durante siglos. Ya lo dijo dios, con la espada flamígera en una mano: “parirás a tus hijos con dolor”. Y vaya si es verdad. Hasta que no llegó la epidural  no se mejoró un poco el trance, eso si no te caía en el turno un ginecólogo carca que dijera que de epidural nada, que como manda la Biblia.

No nos engañemos, parir es un trance bastante desagradable.

Yo (no lo digo por disculparme aquí), soy de esas que tienen un montón de amigos homosexuales, una “mariliendres” que se dice en el argot, y sé que hay mucha literatura superguay en torno a ellos. Pero no son tan delicados como la gente cree. Ventosean y eructan sin recato, como cualquier hetero o hetera normal y corriente, y muchos decoran sus casas que es un espanto. Entre ellos, como es natural, hay de todo, buenos, malos y regulares; porque la compañía que prefieras a la hora de irte al catre a retozar no tiene nada que ver con tu carácter ni con tus valores. Pero alguien debe decirlo: se están  poniendo muy cansinos. Primero les dio por casarse, que ya me parece una catetada. Cuando nos parecía que no bendecir las uniones era lo más, van ellos y se pirran por una boda. Pero, bueno, no siendo yo de santificar nada, este asunto hasta me parece bien.

HIJOS DE SU SANGRE

Pero ahora quieren ser papis, y no por adopción, no; quieren tener hijos de su sangre (siempre me da pavor esta frase). Puedo entender (aunque no lo comparta) que Bosé y  Martin, que son (mejor dicho, eran) guapos para aburrir, quieran prolongar su bella estirpe; pero, oye, a lo mejor el hijo en vez de guapura, en el caso de Bosé, hereda la voz, y menudo sofocón. O el de Ronaldo, que en lugar de salir a él haciendo regates virgueros con las piernas, se pareciera en lo mal que rellena las declaraciones de la renta. Sería una faena.

Los homosexuales se están poniendo muy cansinos con eso.

Un hijo no es solo aquel que lleva tus genes, sino aquel que crías y al que amas. Entonces, ¿por qué ese empeño en utilizar a las mujeres como si fuéramos vientres con patas, para depositar allí la preciosa semillita, y luego, si te he visto no me acuerdo? Una exigencia del colectivo homosexual y de las señoras bien. La última en anunciarlo, Kim Kardashian, que, aconsejada por su médico para que no tenga  más hijos, ha decidido  contratar, por 45.000 dólares, a una propia que lo haga por ella. Si tenemos en cuenta que la penúltima extravagancia de esta señora fue  pagar por un modelito 350.000 pavos, no sé vosotros, pero a mí me da que valora poco el proceso. El caso es ir mona. Ese es el gran peligro de los vientres de alquiler, mujeres con grandes necesidades económicas que se resignan a llevar en sus entrañas al hijo de otros para sobrevivir. Y eso, perdonadme los defensores, no es libertad. Es explotación.

A ver, yo estoy de acuerdo con que si una persona, mujer u hombre, no puede tener hijos y alguien de su entorno quiere ayudarle, lo haga. La familia tradicional es una institución en clara evolución, abierta a numerosas posibilidades, y me gusta que así sea. Una hermana que presta su cuerpo a otra hermana que no puede engendrar, o una amiga a un amigo gay, son circunstancias que no censuro. Se formaría así, además, un núcleo familiar donde todos podrían disfrutar del niño o niña y este desarrollarse feliz entre la gente que le quiere. Puestos a elegir, me gusta más la adopción, por lo que implica de generosidad y porque resolvería la vida de muchos niños ya nacidos que necesitan amor, protección y cuidados, pero ahí entramos en el terreno de ese sentimiento ancestral  (¿y egoísta?) del instinto de supervivencia  y voy a  respetarlo.

ALEATORIO PARIR

Pero tengo la solución, no critico por criticar. Lo de parir debería ser aleatorio. Se acabarían todos los problemas. Dios, que tan espabilado estuvo para soltar aquello tan dramático y cruel de “parirás con dolor”, se lo debió currar un poco más y habernos diseñado de forma que  se echara  un polvo, y lo mismo que no sabes si te vas a quedar preñada o no, ni cual va a ser el sexo del niño, igualmente pudiera ser que el embarazo fuera para uno u otro de los que han realizado el acto. ¿Lo imagináis? ¿Imagináis cuantos disgustos  nos hubiéramos ahorrado las mujeres? Ahora existiría la igualdad real de sexos. No cargaríamos siempre nosotras con los nueve meses, los vómitos, el parto, la teta, las gripes de los niños, la confección de disfraces para las funciones escolares o las clases de ballet. Yo incluso estaría dispuesta a perdonarle a dios lo del dolor, si hubiera estado repartido.

Lo veo clarísimo: una familia cualquiera podría tener tres hijos, por poner un  ejemplo; dos, puestos en este valle de lágrimas por el padre y uno por la madre. No habría discriminación de ningún tipo en el mundo. No harían falta leyes paritarias. El jefe de personal, a la hora de contratar, no preferiría a un hombre, porque sabría que él también podría acabar con un bombo y ellas se dedicarían intensamente a la política o al golf, exactamente como ellos, sin renuncias ni techo de cristal, ¡ojo! Hasta las narices de ser Super Women. Y no penséis que desvarío. Hace muchos años vino el gran Saramago a mi ciudad (no recuerdo a qué), le darían algún premio o impartiría una conferencia a precio de oro, ¡qué tiempos! El caso es que allí estábamos los periodistas de provincias, en el  hotel donde se había convocado una rueda de prensa. Entre nosotros, una bruja que tenía una sección esotérica en un  programa de una emisora local. Los demás hicimos nuestras preguntas sabihondas sobre temas literarios y tal, y entonces va la bruja y le inquiere: ¿Qué  le parecería a usted, don José, que los hombres pudieran dar a luz? ¡Madre la que se lio! Los del micro y el boli nos miramos como diciendo, ¡vaya pregunta! Oye, pues dio en el clavo. Hasta saltó la noticia al entonces respetado y alabado diario El País. Saramago contestó: “sería una experiencia interesante para el hombre”; y añadió: “aunque yo no estoy interesado, porque a esta edad ya no me arriesgo a aventuras de ese tipo; además, mi mujer no me dejaría que engordase ni un kilo”. Y ya, para rematar tan aguda respuesta: “ahora no se puede decir que el hombre no esté preparado para ello”.

La verdad, para ser premio Nobel y filósofo de renombre, no estuvo muy inspirado. La chorrada que soltó fue de barra de bar en tarde de partido del siglo. A mí, incluso me lo “desendiosó” un poco. Pero  me quedé con la copla y desde entonces suspiro por que, en lugar de investigar para que mujeres pobres gesten para extraños, se luche para conseguir que ninguna persona que lo desee se quede sin disfrutar de la paternidad o maternidad, porque no pueda adoptar. Eso o que le implanten al interesado un útero y salga el sol por Antequera. Con los adelantos de la ciencia y un poco más de inversión en I+D, no lo veo complicado. Y ahora, a ver si en lugar de homófoba vais a tener que llamarme visionaria.