viernes, 26 abril, 2024
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El enigma coronavirus

¿Es este un aviso y un castigo predichos por videntes o una oportunidad de mejora humana?

Tiene un natural escurridizo el coronavirus cuando pone en evidencia, con estadísticas de una insultante monotonía, lo descaminados que avanzan en su valoración y tratamiento quienes lo han abordado desde una discusión académica o un debate político. Aunque los mayores responsables de su expansión son quienes, estando más expuestos a sufrirlo, se resisten a eclipsar en fiestas y reuniones las dinámicas expansivas de nuestra cultura de la comunicación. ¿Es el coronavirus un aviso y un castigo?

Xavier Moreno Lara
Xavier Moreno Lara

Collado Mediano.-

Más limitador lo van a encontrar los niños y jóvenes, que este año han estrenado el curso teniendo como asignatura principal evitar el contagio, a costa de reducir a mínimos la mayoría de los juegos que forman el carácter y la sociabilidad. El otro gran juego, el de los viajes y el turismo, siendo parte significativa de los logros personales y de la apertura a los demás -gentes, pueblos, culturas-, también ha sido puesto en entredicho y, con ello, una parte fundamental del engranaje económico que en nuestro país supera la cifra del 12%.

Y no es que sabios y hombres de Estado se hayan quedado inmóviles o mudos, todo lo contrario. Vemos a unos y a otros disputarse el conocimiento de la verdad salvadora, cuando no aportan a nuestra civilización otro progreso que disputarle al chamán el poner dos monedas sobre los ojos de los difuntos para ayudarles en su tránsito del Averno.


La visión del Papa Francisco urge el cambio necesario para que cada uno de nosotros salga de la apatía ante el malherido abandonado en la cuneta y acepte el desafío de convertirse en “prójimo”.


Peor lo tienen quienes menos lo merecen, nuestros mayores, a quienes veíamos el año pasado llenar calles y plazas con una reclamación de su relevancia social que, aunque se expresase como un desafío económico, evidenciaba una forma de querer seguir estando presentes en los destinos de sus pueblos. No solo como votantes sino también como guías de las formaciones políticas. Pero, lejos de ver recompensado aquel esfuerzo histórico de nuestros mayores, que sacó a este país de la Edad Media, ellos no están disfrutando de otro protagonismo que el de ser el colectivo más azotado por la pandemia.

Una de las visiones de las niñas de Garabandal.
Una de las visiones de las niñas de Garabandal.

AVISO O CASTIGO

La primera vez que abordé el reto de la pandemia, en el mes de abril (Coronavirus, ¿aviso o castigo?), hice una sencilla referencia a unos sucesos extraños, aunque incuestionables, como fueron las apariciones de Garabandal y el mensaje que nos dejaron. Lo extraño de aquellas manifestaciones es que, teniendo un carácter gozoso para sus protagonistas, cuatro niñas de aquel pueblo, la lección final era una denuncia de la corriente de abandono religioso y ético que se estaba generalizando en la Iglesia Romana. En sus mensajes informaban -con candidez infantil- que, de no cambiar ese fluir de las cosas, recibiríamos un Aviso de dimensiones aterradoras, como prólogo de un Castigo que desbordaría los cauces habituales de la Naturaleza.

Ahora, en vistas de las grandes dimensiones que han adoptado Aviso y Castigo, saliéndonos al paso de mil formas ante el desconcierto que evidencian los responsables políticos y sanitarios, se me ocurre ver reflejada en su ignorancia el dilema con el que la leyenda de Edipo enfrentaba a los viandantes. En una encrucijada cercana a la ciudad, se daban de manos y boca con una Esfinge y su amenaza de cortar el camino y la vida a los transeúntes que no respondieran a una cuestión de sencilla apariencia:

Cuál es el animal que por la mañana anda a cuatro patas, al mediodía lo hace con dos y al caer la tarde utiliza tres

En vano discurrían soluciones, quienes, ignorantes de la amenaza, habían tomado aquel camino dándolo por libre de tal peligro de muerte. Ante su incapacidad de responder, se iban amontonando los cadáveres a los pies de la Esfinge… Hasta que llega Edipo a ese cruce y, al acertar con la repuestas, consigue que el monstruo le perdone la vida y le facilite convertirse en Rey.


Vemos a sabios y hombres de Estado disputarse el conocimiento de la verdad salvadora.


Ante la derrota -hasta ahora- de cuantos esfuerzos buscan neutralizar la actual pandemia, me he atrevido a compararla con la Esfinge y su insoluble reto a cuantos buscan paralizarla desde distintos ámbitos. Y también he sentido que alguien del más alto relieve ha decidido echarle un pulso, no tanto a la Covid misma, cuanto a quienes no le hacen frente unidos y reconociendo cada uno su parte en el extravío.

Firma de la encíclica "Fratelli tutti" del Papa Francisco sobre la tumba de Francisco de Asís. VATICAN NEWS
Firma de la encíclica «Fratelli tutti» del Papa Francisco sobre la tumba de Francisco de Asís. VATICAN NEWS

LLAMADA DEL PAPA FRANCISCO

Me refiero al Papa Francisco y su reciente Encíclica (FRATELLI TUTTI), cuya primera llamada es para exigir el reconocimiento de las quiebras profundas que acusa nuestro mundo de conquistadores de planetas.

En su mensaje, lejos de hurtar el bulto como vemos hacer a tantos iluminados, adopta y defiende su tarea de Sumo Pontífice. Sin que le tiemble el pulso a la hora de denunciar las quiebras que resquebrajan el colosal edificio que ha construido nuestra Cultura, en un crecimiento que acentúa las desigualdades y apuesta por un paraíso para los elegidos, que agrava lo cruel e intolerable que resulta verse uno rechazado de lo que podía ser una confortable casa de todos…, la Encíclica denuncia esta falsedad esencial:

La verdadera sabiduría supone el encuentro con la realidad. Pero hoy todo se puede producir, disimular, alterar. Esto hace que el encuentro directo con los límites de la realidad se vuelva intolerable. Como consecuencia, se opera un mecanismo de “selección” que hace más poderosos a los poderosos y más débiles a los débiles.

El camino, el que recorremos a diario la mayoría de nosotros, no está cortado por una Esfinge sino por la insolidaridad que contagia incluso a quienes por oficio debían hacerlo viable. Cada vez más, hay heridos en medio del camino. La inclusión o la exclusión de la persona que sufre abandonada en la cuneta define todos los proyectos económicos, políticos, sociales y religiosos.

Una llamada del Papa a convertirnos en prójimo de los que sufren. RTVE
Una llamada del Papa a convertirnos en prójimo de los que sufren. RTVE

En esta transposición de relatos que estoy haciendo, el del Buen Samaritano, elegido por el Papa, y el de Edipo, que nos regaló Sófocles, me he tomado la libertad de enfrentarlos de manera que, paradójicamente, tenga sentido ver cómo nuestra desatención a la llamada a un refuerzo de la solidaridad es causa significativa -fundamental- del jaque que nos ha planteado la pandemia. De una manera u otra, la mayoría de nosotros ni nos damos cuenta de que mantenemos una postura de evasión y, ante el herido, nos refugiamos en obligaciones de nuestro oficio, aunque este sea el de sacerdote o el de levita… Y dejamos que sea un samaritano, un adversario de nuestra visión sagrada del mundo, quien se detenga a curar al asaltado, lo lleve a lugar seguro y se haga cargo de los gastos de su curación.

Entrego esta encíclica social, -recalca Francisco-, como un humilde aporte a la reflexión colectiva para que, frente a diversas y actuales formas de eliminar o de ignorar a otros, seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras. Si bien la escribí desde mis convicciones cristianas, que me alientan y me nutren, he procurado hacerlo de tal manera que la reflexión se abra al diálogo con todas las personas de buena voluntad.

La llamada del Papa tiene toda la sabiduría que Sófocles pone en boca de Edipo, para hacerle capaz de vencer a la Esfinge: ese animal es el hombre, que de niño anda a tres patas, sobre dos al crecer y finalmente. sobre tres al añadir un bastón a su gastada musculatura. El relato de Sófocles hace que la Esfinge acabe con cuantos viandantes atraviesan aquella encrucijada sin conocer su verdadera condición de mortales distraídos con sus negocios. La visión que nos ofrece la encíclica de Francisco urge un cambio de atmósfera, el necesario para que cada uno de nosotros salga de la apatía ante el malherido abandonado en la cuneta y acepte el desafío de convertirse en “prójimo”, que ocasiones no le van a faltar, hoy más que nunca.

Nada que ver con aquella amenaza de un Aviso y un Castigo que, según las niñas de Garabandal, aterraría a quienes se acercasen a los montes cántabros. Aunque lo más relevante de aquellas visiones es que incluyeran la predicción de que el último Papa de la Historia le corresponde ser a Francisco.

Al leer su Encíclica, de la que apenas he repasado aquí cuatro detalles, queda claro que se despedirá -que sea dentro de mucho- con los deberes bien hechos.

(Xavier Moreno Lara es periodista, escritor y filósofo).

SOBRE EL AUTOR

El prestigioso periodista, filósofo y escritor Xavier Moreno Lara, nuevo colaborador de nuestro periódico

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