viernes, 29 marzo, 2024
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La memoria de un indeciso

Me resulta paradójico el contraste entre el exceso de información política que estamos sufriendo en los últimos tiempos y el hecho de que, a una semana de la cita con las urnas, un alto porcentaje de ciudadanos no sepa a quien confiar su voto. En mi opinión esta duda no se explica tanto por el hecho de que los Programas no estén expuestos con suficiente claridad, cuanto porque describen galaxias ideológicas que desconciertan al ciudadano, que observa la marcha de las cosas con una mirada llena de preocupaciones.

Xavier Moreno Lara
Xavier Moreno Lara

Preocupación también por lo que ha dado de sí nuestra historia reciente. Concretamente, por lo poco que ha resistido el cortafuegos con el que la Transición aspiraba a conseguir que el cambio de un régimen de Dictadura a su heredero en Democracia pudiera abrir un capítulo verdaderamente nuevo en la siempre difícil historia de las formas de convivencia que han configurado nuestro país de países.

En aquellos momentos constituyentes, para que la convocatoria a Cortes tuviera el más amplio espectro democrático, además de crear unos nuevos, se legalizaron los antiguos partidos políticos, organizaciones y apuestas nacionalistas, Y se consiguió desplegar un escenario radicalmente opuesto al vivido en las anteriores elecciones democráticas, las de febrero del 36, que simplificaron las diferentes opciones políticas a dos frentes. Frentes que por ese camino se condenaron a tener que dirimir sus diferencias en las trincheras de una guerra civil.

TRANSICIÓN COMO PACTO DEL OLVIDO

La Transición se empeñó, como decíamos, en abrir un cortafuegos para conseguir el afianzamiento democrático. Se dio un salto cualitativo cuando, con ayuda del rey Juan Carlos, se auto disolvió el Parlamento de herederos del Dictador para dar paso a nuevos líderes, con programas políticos que compitieron por alcanzar el favor de los votantes. Para que la convocatoria a Cortes tuviera el más amplio espectro democrático, se legalizaron los antiguos partidos políticos, organizaciones y apuestas nacionalistas, que habían sido proscritos y hasta perseguidos con dureza. Se pudo así desplegar un escenario análogo al de las últimas elecciones democráticas de la República, pero sin su apuesta por la ruptura: todo lo contrario. Como lazo de unión entre esas dos convocatorias aparecieron líderes que habían tenido parte significativa en la Guerra Civil y dirigentes nacionalistas que habían seguido figurando como tales en un largo destierro.


La mayoría de los analistas coincide en que aquellos Padres de la Patria que consiguieron dar una forma viable a la Transición no han tenido herederos a su altura.


Y no lo tuvieron fácil. La recuperación de la libertad que garantizase una disputa política democrática tenía como desafío prioritario apaciguar las calles, conseguir una amplia amnistía y sacar de la clandestinidad a los sindicatos históricos. La armonía política había que respaldarla con unos resultados económicos que mantuvieran la competitividad internacional de aquellas grandes industrias que, en muchas ocasiones, se habían beneficiado de la autarquía para progresar ventajosamente en un mercado cautivo.

El obligado retraso en alcanzar esta transformación del escenario no impidió que el Congreso iniciara una andadura firme con la Constitución refrendada por el pueblo en 1978. Esta firmeza mostró al mismo tiempo su consistencia y sus grietas durante el asalto al Parlamento en febrero del 81. Porque aquel variopinto grupo de matones y de quienes, con diversos fines, esperaban agazapados, su actuación era un mal reflejo de los Pronunciamientos del XIX. Y de una forma que no era casual facilitó al año siguiente una significativa mayoría del PSOE, con líderes y programas que supieron combinar objetivos de normalización en las relaciones internacionales con el afianzamiento de unas políticas sanitarias y de educación. Se democratizaban así unas prestaciones que eran fundamentales para el desarrollo de los niveles menos favorecidos económicamente de la sociedad.

¿APRECIAMOS HOY A NUESTROS POLÍTICOS?

Hoy la mayoría de los analistas coincide en que aquellos Padres de la Patria que consiguieron dar una forma viable a la Transición no han tenido herederos a su altura. Lejos de convertir aquellos logros en una adquisición que les obligase a buscar ante todo el bien de los ciudadanos, los investidos por el encargo de las urnas, vistos como conjunto, nos parece a una gran mayoría que tomaron su status como privilegio para conseguir para sus personas y sus ocupaciones altos sueldos, prestaciones, dietas, retiros, excepciones como el aforamiento y otras muchas salidas ventajosas que no se reducen a esas puertas giratorias que esperan a quienes han alcanzado los más altos niveles de la Administración. Aunque no se atreva a expresarlo, el sentir popular no disimula que en España el estamento político, en sí mismo y en las ramificaciones que genera, supone una carga onerosa y omnipresente: Ayuntamientos, Autonomías y Cámaras… ¿Puede consolarnos el hecho de que con demasiada frecuencia veamos a representantes de uno y otro color condenados por las más diversas formas de corrupción?


El mensaje más claro de la Transición fue que había que creer en la diversidad del horizonte político y respetarla como muestra viva de la riqueza de este país.


Uno de los objetivos más evidentes de los políticos, en todos los niveles de la Administración, y desde todos los colores de sus Partidos, ha sido servirse de los medios de comunicación o crearlos a su medida, desplegando las infimitas posibilidades de la Red Virtual para inundar todos los espacios de noticias, todas las tertulias, todos los senderos de la Nube… de crispación.

Para no formar parte de esa barahúnda y aislándose en lo posible del fragor de la interminable campaña electoral, estas líneas quieren hacerse eco, como decíamos al comienzo, de las dudas de ese alto porcentaje del electorado que, a una semana de la cita electoral, no tiene decidido su voto. ¿Por qué no prestan fe ciega a esos mensajes tan poseídos de la verdad que tienen como eje la descalificación del otro?

El mensaje más claro de la Transición fue que había que creer en la diversidad del horizonte político y respetarla como muestra viva de la riqueza de este país. Rico en diversidad, pobre en lo que respecta al horizonte económico. De ello se ocupan los mensajes electorales que, en la medida en que son más halagüeños tienen menos valor ante las capas más bajas de la pirámide social. Ante quienes viven mal despiertos el horizonte de sueños que ofrece el juego político.

Uno de los errores más peligros que oculta el iceberg del “y tú más” descalificador es el regreso, más o menos disimulado, a alinear al otro en uno de los bandos que se enfrentaron en el 36. De forma más o menos consciente vemos propuestas políticas que creen agigantarse recurriendo hoy de manera poco sutil a reproducir el enfrentamiento izquierda/derecha, adjetivándolos como fascismo/comunismo. En eso se distancian de lo que puso en evidencia la Transición en su arranque. Y no tanto como desarrollo de un principio ético o político sino como una realidad que se materializó en los resultados de aquellas votaciones. Y ese acierto quedó en evidencia en el hecho de que, en el primer Parlamento democrático, la herencia reivindicativa del fascismo quedó reducida a un solo escaño, el de Fuerza Nueva. Mientras que, gracias a esta campaña de apelación al enfrentamiento radical, en las próximas Cortes veremos sentarse a diputados que apuestan por la ruptura de la unidad nacional y que no disimulan el fascismo o el comunismo de su programa y de sus actuaciones.

No ha sido mi intención sacar de dudas al lector con estas reflexiones. Las sombras empañan siempre nuestro horizonte. Pero se esclarecerán en la medida en que sepamos encararnos con él desde la sabiduría que comunica la Historia.

(Xavier Moreno Lara es periodista, escritor y filósofo).

SOBRE EL AUTOR

El prestigioso periodista, filósofo y escritor Xavier Moreno Lara, nuevo colaborador de nuestro periódico

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