jueves, 16 mayo, 2024
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Carta desde el siglo XXII

Hace ya unos años, el periodista y escritor estadounidense Richard Heinberg tuvo una idea singular: escribió una carta desde el siglo XXII. Una larga epístola, lúcida y demoledora con la penosa realidad

Si usted o yo logramos alcanzar la senectud antes de que el destrozo ambiental y moral nos extermine, si acaso llegamos a ser unos viejecitos de 88 años [ponga usted por caso], tenga en cuenta que viviremos de un modo consciente únicamente 62 años. El resto lo habremos pasado soñando.

El ser humano no es el animal que más horas aplica al sueño diario, pero sí el único que posee la capacidad de pensar y razonar [no tanto de decidir], y por consiguiente de ser responsable de las consecuencias de sus actos, no de ellos en sí mismos. Una incumbencia a la que ha de ceñirse cuando vive de un modo consciente, es decir, cuando no duerme.

Gregorio González Perlado
Gregorio González Perlado

Sucede que si usted y yo alcanzamos los 88 años, durante 26 habremos estado soñando, con placidez o entre cumbres borrascosas. La vida que recordaremos “cuando llegue el día del último viaje y esté al partir la nave que nunca ha de tornar” [Antonio Machado], se referirá únicamente a la existida en el curso de 62 años interrumpidos. Sería adecuado que actuásemos en consecuencia, que fuéramos sinceros y determinantes con la realidad: somos tan fugaces en la Tierra como la estela de un cometa.

Tan efímeros que ni usted, ni yo, ni la inmensa mayoría de seres que junto a nosotros habitan este degradado planeta, alcanzaremos el siglo XXII. Somos hijos del XX y ocupamos el XXI, que manchamos, deterioramos y destruimos como si en verdad fuera nuestro, como si tuviéramos la titularidad notarial de sus recursos, que aplicamos a nuestro confort, a nuestro materialismo más atroz como si nadie, tras nuestra sucia estela, fuera a necesitarlos. Invertimos el escaso tiempo de vida en descomponer el equilibro de la Naturaleza y en rivalizar los unos con los otros, en enemistarnos con los próximos y en conciliarnos exclusivamente con nuestra sombra. Burdos y engreídos, la suponemos perenne, sin aceptar que la sombra existe porque brilla el Sol, es decir, que ni siquiera ella nos pertenece.

LA CARTA

Hace ya unos años, el periodista y escritor estadounidense Richard Heinberg tuvo una idea singular: escribió una carta desde el siglo XXII. Una larga epístola, lúcida y demoledora con la penosa realidad que usted y yo, fugaces en nuestra conciencia de seres vivos, ayudamos a edificar cada mañana sin la certeza de que vaya a existir un mañana (Carta desde el futuro, Richard Heinberg).


Somos hijos del siglo XX y ocupamos el XXI, que manchamos, deterioramos y destruimos como si en verdad fuera nuestro, como si tuviéramos la titularidad notarial de sus recursos.


En el ámbito de la utopía, Heinberg envió su carta desde el año 2101 a los seres humanos que, con voracidad y jactancia, poblamos la Tierra en los primeros años del siglo XXI. El documento ha sido y es lectura de millones de personas porque está incluido desde hace años en miles de ‘blogs’ que circulan por la red mundial. Usted, anónimo y efímero paseante por senderos sin gloria, acaso no haya tenido todavía la oportunidad de leerlo, y ha de hacerlo. No se lo sugiero, se lo pido, pues usted ha de ocupar sus 62 años de vida consciente [con suerte, y gracias] en mucho más que acostumbrarse a un determinado estilo de vida, como escribió Heinberg, y a partir de ese momento ya no prestarle demasiada consideración a la vida, ni a su estilo, ni a lo que le permite seguir vivo.

Los habitantes del siglo XXII recibieron un planeta inerme. Heinberg asegura que la obstinación en nuestra forma de vida, el consumismo intolerable y los inventos estériles provocaron, en las primeras décadas del siglo XXI, la desaparición de nuestro pequeño mundo, el que con saña e intención fuimos disipando usted y yo en los estertores del siglo XX y en los primeros años del XXI. Tras la grande y última depresión terráquea, cuenta el clarividente periodista y escritor, “muchos de los supervivientes aprendieron qué es importante en esta vida y qué no. Aprendieron a atesorar buen suelo, semillas viables, agua limpia, aire sin contaminar y amigos con los que poder contar. Aprendieron la importancia de hacerse cargo de la propia vida, antes que esperar a que se haga cargo cualquier gobierno o empresa”

A propósito de las conductas en el primer año del siglo XXII, Heinberg asegura: “Ahora ya no existen ‘empleos’, de modo que el tiempo de la gente depende de sí misma. Ahora piensan más por sí solos. En parte como resultado de esto, las viejas religiones han sido dejadas de lado y la gente ha redescubierto la espiritualidad en la naturaleza y en sus comunidades locales. Los niños están ansiosos por aprender y crear su propia cultura. Los traumas del colapso de la civilización industrial son cosas del pasado. Ha comenzado un nuevo día”.

¿Tendrá que aguardar la Humanidad a otro siglo para que comience un nuevo día, y que éste sea la consecuencia de nuestro engaño, nuestra tropelía, nuestro egoísmo y nuestra destrucción? Así lo temo. Así lo vaticino.

(Gregorio González Perlado es periodista y escritor).

SOBRE EL AUTOR

Gregorio González Perlado, un gran periodista y poeta, se incorpora al equipo

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