El último jefe de ETA, Josu Ternera, fue cazado en el recinto exterior del hospital de Sallanches (Francia) por una guardia civil de tan solo 23 años, según ha informado El Mundo en las últimas horas. La agente era el único elemento visible en ese momento del operativo desplegado por la Guardia Civil y la Gendarmería francesa en las inmediaciones del hospital donde se sospechaba que acudiría esa mañana el terrorista.
En la anterior información de PROPRONews sobre el tema, atribuimos el mérito principal de la detención de Josu Ternera a la Guardia Civil española, aunque la operación contase con la colaboración de la Gendarmería francesa (Todo el mérito es de la Guardia Civil en la captura de “Ternera”), de acuerdo con las fuentes consultadas por nuestro periódico. En las últimas horas, una información de El Mundo no solo confirma plenamente lo avanzado por nosotros el pasado 17 de mayo, sino que amplía la noticia de manera totalmente satisfactoria para la Benemérita y para la jovencísima protagonista de la detención, una agente adscrita al Servicio de Información de la Guardia Civil (SIGC), que fue la primera –y en principio, en solitario- que identificó, abordó y redujo al terrorista, después de hacerle fotos confirmatorias con una cámara camuflada que llevaba en una muleta de la que se servía para redondear su camuflaje en las inmediaciones del hospital.
La joven agente le había fotografiado con una cámara camuflada en una muleta antes de abordarle y detenerle mientras llegaban sus compañeros segundos después.
Según cuenta El Mundo, la guardia civil había iniciado su turno de guardia en solitario a las 5 de la madrugada en el exterior del hospital, haciéndose pasar, con ayuda de una muleta, por una paciente que esperaba a algún familiar o amigo que tardaba en venir a recogerla o a acompañarla. A las dos horas de iniciada su vigilancia, pocos minutos después de las 7 de la mañana, vio venir a un individuo al que identificó de inmediato como Josu Ternera. Rápidamente se desembarazó de la muleta, echó mano a la pistola y detuvo al terrorista que, sorprendido y paralizado, no opuso resistencia a aquella joven alta, delgada y rubia que acababa de sellar el final de su inmerecida libertad. Eran exactamente las 7,14 horas del 16 de mayo de 2019.
La agente española comunicó con su grupo, camuflado en los alrededores junto a agentes franceses, a través del diminuto micrófono que portaba, dándoles la noticia con una sola y definitiva frase: “Es él. Lo tenemos”. De inmediato acudieron en su ayuda el resto de guardias civiles y los gendarmes franceses de apoyo. Más tarde, ella y los otros agentes y mandos lloraron, por la emoción de ver culminada tan esperada y anhelada operación y recordando a los compañeros y familiares asesinados por orden o con el concurso del detenido.

Lo demás es ya sabido por los lectores. Pero esta circunstancia de que haya sido una joven y profesional guardia civil la autora de la detención material del escurridizo terrorista adquiere un significado especial y también simbólico acerca del extraordinario papel de las mujeres tanto en las fuerzas de seguridad españolas –a pesar de que en la Guardia Civil representan tan solo el 7% del total de efectivos-, como en los demás campos de la actividad y la vida.
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