El régimen castrista, la dictadura que lleva más de seis décadas sometiendo al pueblo cubano a una cruel tiranía, sin que después de tanto tiempo haya conseguido gestionar mínimamente la economía del país, que alcanza unas cotas de desabastecimiento, improductividad y malestar al nivel de lo peor del tercer mundo, ante este envite del pueblo, que puede ser el definitivo o el preludio del fin, ha echado manos de todas sus armas y procedimientos de represión, entre ellos, esas cohortes de bárbaros armados con garrotes dispuestos a machacar cráneos. Las imágenes que siguen llegando de Cuba demuestran la violencia con que se las gasta el castrismo en sus estertores.
La Habana, Cuba.-
Centenares de fornidos mamporreros armados con garrotes y bates desembarcan de numerosas guaguas en cualquier barrio o ciudad de Cuba donde se produzca el menor conato de manifestación, para acabar a golpes con la disidencia. Las imágenes que llegan del país son más que elocuentes, como estas que publicamos hoy.
Según testigos presenciales, a esta calle de La Habana tomada ya por numerosos vehículos policiales de color azul, llega de pronto, como refuerzo, media docena de flamantes autobuses impolutos -para el pueblo no hay dinero ni medios de subsistencia, pero para los instrumentos de la represión sobran los medios en un país que se muere de hambre y de enfermedad- rebosantes de cafres armados con enormes palos.
Imágenes tomadas en las ciudades cubanas prueban la crueldad y el temor del régimen.
Son más de trescientos aguerridos “revolucionarios” los que hemos visto bajar de esos autobuses. Pudiera parecer que es el pueblo “revolucionario” que responde voluntariamente a la llamada del presidente cubano incitando al enfrentamiento civil, pero no es verdad. No se trata de movimientos espontáneos del sector castrista de la sociedad -que solo existe ya entre los funcionarios y los súbditos pagados o premiados por el régimen- sino de una respuesta centralizada y perfectamente organizada para aplastar la creciente rebelión popular.
LOS CDR COMO EL KGB
Esos mamporreros motorizados son miembros de los llamados Comités de Defensa de la Revolución (CDR), una especia de KGB o de Gestapo civil integrada por esbirros del régimen, cuya misión es espiar y detectar cualquier disidencia entre conciudadanos y vecinos y responder con denuncias, castigo y represión contra los críticos, que es ya todo el pueblo cubano.
Legiones de “revolucionarios” de paisano a sueldo siguen desplegándose armados con garrotes para aplastar al pueblo.
Los presidentes de los CDR, cada uno en su nivel, se encargan de denunciar a los vecinos que se salgan de la ortodoxia castrista o que simplemente se atrevan a emitir una crítica o una queja.
Esta potente organización gubernamental tiene una organización celular y piramidal, que empieza en cada manzana o cuadra de cada ciudad, con un mandamás al frente del CDR vecinal. Estos mandamases vecinales dispuestos a traicionar y vender a sus amigos y vecinos, integran, en el siguiente escalón, los CDR de barrio, cuyos jefes forman más arriba los CDR provinciales, hasta llegar a la estructura distrital y nacional. Todos ellos dependen de la autoridad central civil y militar -que, en Cuba, como en todas las dictaduras, se confunden- y actúan a mandato del gobierno, de forma automática, en cuanto se les reclama. Pero, según fuentes fidedignas de la isla, últimamente está flaqueando el espíritu de estos esbirros, anulada su fe “revolucionaria” por la escasez de alimentos, medicinas y servicios públicos, la carestía de lo poco que queda para llevarse a la boca, el avance de la COVID, la brutal diferencia de clase entre la dirigencia y sus acólitos y el pueblo llano, entre los que se encuentran los miembros de los CDR, obligados en muchos casos ya a actuar en contra de su voluntad.
MIEDO A PERDER LA CALLE
La descomposición del régimen es palpable y cada día se acelera un poco más. El despliegue de las hordas de esbirros armados con garrotes es otra prueba del miedo del castrismo a perder la calle. Perder la calle en una dictadura es el paso previo a su caída. Un último intento para evitarlo sería un baño de sangre, pero la dirigencia castrista no parece dispuesta a ser sacada de sus poltronas por la fuerza del pueblo y por la reacción internacional. Se halla así el gobierno cubano en la disyuntiva de sofocar la rebelión pero sin parecer demasiado duro, aunque son ya centenares y centenares los disidentes que están siendo arrestados sin ninguna garantía jurídica y llevados a tenebrosos lugares de detención.
En todo el mundo -salvo, claro está, en otras dictaduras por el estilo-, crece el clamor de los países civilizados en favor del pueblo cubano agredido, en defensa de la democracia en Cuba, y en advertencia de que los excesos violentos de la dirigencia pueden ser juzgados y castigados en los organismos internacionales. La dictadura cubana, como la venezolana, es un colosal fracaso que demuestra que el comunismo, por mucho tiempo que pase, no tiene recorrido económico y social, como lo prueba el hecho de que las dictaduras comunistas cubana, venezolana y norcoreana están construidas sobre la ruina de sus ciudadanos. Al comunismo, el tiempo, mientras más años pasan, más le causa lo mismo que a los cadáveres: descomposición, putrefacción y hedor.
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