El tal Peterthetool dice en Twitter:
“No fue culpa mía ni de dónde estaba ni cómo vestía.”
Este es el último cántico de las que pasean a las tres de la mañana en minifalda como quien deja un filete en el plato junto al perro mientras se va al baño.
Qué pensar que desean, pues”.
Parece ser que ha retirado el tuit, aunque deja otros para la posteridad que provocan arcadas. Pero quiero advertirle, por si acaso tuviera la suerte de que esto le llegara, que ninguna mujer, ni con minifalda ni en biquini ni con una escafandra o una bata manta de boatiné se considera un filete, pero veo que él sí se considera un perro, lo que, por cierto, me duele enormemente, ya que tengo uno que puede ver conmigo aquí al lado, al que le otorgo, sin dudar, más empatía, más educación y, si me apuran, más intelecto que a este lumbreras.
Mi perro, que está en edad de merecer, se emociona cuando huele cerca una perra en celo, pero si la perra le hace la cobra, él dice usted perdone y a otra cosa. Lo de que aguantara sin zamparse el filete abandonado, no sé; sabe distinguir perfectamente entre un filete y una hembra de su especie, el filete se come, la hembra no, salvo que ella también esté por la labor.
Ninguna mujer, ni con minifalda ni en biquini ni con una escafandra o una bata manta de boatiné se considera un filete.
Lo que lleva a pensar que Mr. Peter the Tool, o Don Pedro el Herramienta (como el lector prefiera), se equipara con un chucho, pero anda muy descaminado sobre las reacciones de estos animalitos con los que se compara. Y sale perdiendo, ya que más bien y, por seguir con su ejemplo, tiene la sensibilidad del plato, es decir encefalograma plano. No entiende que los machos absurdos cómo él no tienen cabida en la sociedad, que muchas y muchos queremos equitativa y en paz. Dicho en lenguaje técnico, por no perderle el respeto: a este hombre le falta “una patata pal kilo”.
RETROCESO VOX
En España retrocedemos merced a Vox, que está sacando lo peor de cada casa. Otro ejemplo: yo tengo, una amiga, militante y con cargo, en ese partido. Ella, hace tiempo, cuando los que entre ellos ahora sacan pecho pero se forraban holgazaneando en el despacho de algún chiringuito, denunció por maltrato a su pareja y se dictó una orden de alejamiento contra él para protegerla. También empezó a escribir un libro con el que pretendía ayudar a otras mujeres del peligro que entrañan las relaciones tóxicas, que pueden acabar con la “enamorada” en el hospital o en el cementerio. A día de hoy, esta misma mujer, defiende las tesis que argumentan que la violencia de género no existe, que hay que derogar la ley que la protegió, y que la mayoría de las denuncias son falsas. Me encantaría tener una charla con ella para saber cómo se digiere semejante esquizofrenia. La invito a un café y, de paso, a Isabel Díaz Ayuso, que acaba de decir que no hay guerra de sexos y que los hombres también agreden a los hombres. A ver si aceptan mi invitación y, si sobrevivo, os cuento.
Mi perro, que está en edad de merecer, se emociona cuando huele cerca una perra en celo, pero si la perra le hace la cobra, él dice usted perdone y a otra cosa.
Menos mal que hay esperanza. En Sudán acaban de aprobar una ley que revoca la que prohibía a las mujeres llevar pantalones en público, conversar en la calle con hombres que no fueran sus esposos o familiares y llevar el cabello descubierto.
Y mientras en Sudán dan un paso histórico, en nuestro Congreso, diputados de Ciudadanos y Vox se liaron a empujones e insultos el día de la constitución del Parlamento, en disputa por un escaño bien situado. Así que volviendo al lenguaje técnico, y ya completamente en serio, ese encontronazo me ha recordado un viejo chiste: ¡Mamá que se pegan los garbanzos! ¡Pues déjalos, hijo, a ver si se matan!
¿Adivinan a quiénes imagino con el cerebro de un garbanzo, aunque no estén tan ricos?
(Elisa Blázquez Zarcero es periodista y escritora. Su último libro publicado es la novela La mujer que se casó consigo misma. Diputación de Badajoz).