Otra oleada de pateras se registra estos días en el Estrecho a pesar del mal tiempo. Esta misma mañana encalló otra embarcación procedente de la costa africana en plena playa de la Victoria, en Cádiz. El frágil bote de madera llegó muy temprano y no se sabe cuántas personas venían en él ni si lograron su propósito. Es la otra cara de la vida real. Frente al vodevil catalán, la tragedia de África.
Llegué temprano, pero ya no había nadie. Si trajo inmigrantes, ya habían huido o se habían escondido. Ocurrió esta mañana. Nadie la vio llegar. Una patera de unos seis metros de eslora de recio casco de madera, en la que podían caber una veintena de inmigrantes, o más. Ya se sabe que estas travesías no admiten lujos. Estos días se ha incrementado esta flota de la desesperación y son numerosas las que han cruzado el Estrecho, a pesar de las tormentas y el viento.
Oleada de pateras en el Estrecho a pesar del mal tiempo.
La embarcación parecía el caparazón abandonado de un animal marino extinto. A esas horas primeras de la mañana, iluminada por el tibio sol de otoño, entre nubes que iban y venían, parecía hasta bella. El casco a medio pintar en gris y azul, con los últimos brochazos apresurados en la proa, parecía decir que el momento de embarcar llegó antes de tiempo. El contraste no podía ser mayor con el cercano hotel Playa Victoria. El horror del tercer mundo frente al confort y la seguridad del primero.
Una testigo nos dijo que los inmigrantes se habían dispersado rápidamente por la gran avenida que desemboca en las Puertas de Tierra, pero nosotros no vimos a nadie ni la Policía pudo confirmárnoslo. «Tal vez –apuntó un agente- esta llegó a Chiclana o a Sancti Petri, y las corrientes y el oleaje la trajeron después, ya vacía, hasta Cádiz».
De cualquier modo, el desembarco debió de ser a la desesperada fuese donde fuese, si es que no ocurrió algo peor en la mar. Dentro del bote había mochilas, ropa, bidones de gasolina y restos de comida, señal de que había sido abandonado a toda prisa.
De vez en cuando el mar nos regala estas imágenes, para que no nos olvidemos de lo que ocurre al otro lado, ahí mismo, a unas pocas millas de nuestras costas. Aunque para algunos el asunto seguramente carece de importancia. Al fin y al cabo, ¡qué importa otra patera!