viernes, 26 abril, 2024
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Llamadme empoderada…

...porque sé coser y se me da bien el ganchillo, pero a mí el empoderamiento de verdad me lo ha dado mi profesión de periodista, mi puesto en RTVE y la independencia económica

Sé coser botones desde pequeña, se me da bien el ganchillo, y elaboro unas florecitas con miga de pan muy cucas, pero, pese a estas habilidades, no he llegado a ser Coco Chanel, Joana Vasconcelos o Cristina Iglesias, por lo que concluyo que, a mí, lo que me ha dado el empoderamiento (caso de que lo tenga) es la independencia económica que me procuró el aprobar una plaza de redactora en RTVE.

La periodista, con su perro Killer
La periodista, con su perro Killer

Es obvio que no he alcanzado el nivel de Christine Lagarde, que el otro día se sentó en medio de un campo de nabos (Leticia Dolera acuñó la frase, yo soy inocente), entre los 22 varones maduros del Consejo del Banco Central Europeo, que ella preside sin más acompañamiento femenino que las mujeres retratadas en los cuadros que adornaban la sala. Inciso para un apunte interesante, aprovechando que hablamos de pintura: en el Museo del Prado solo el 0,3% de las obras expuestas son de mujeres.

Sigo, que me mata esta tendencia de irme por las ramas. Lo que quería aclarar es que el empoderamiento de Christine no lo quisiera yo para mí. Ultraliberal a tope, pocos valores tradicionalmente femeninos, como la empatía o la compasión por los más desfavorecidos, ha trasladado ella al BCE. Más bien, fiel sierva de ese patriarcado con faldas que ella ha asumido con elegancia cruel, asegura que: “Los ancianos viven demasiado y tenemos que hacer algo porque ya son un peligro para la economía”. Y lo afirma con toda la jeta desde su cabeza coronada de canas.


Sugiero que Alicia Rubio, la diputada ultraderechista y sus colegas hombres y mujeres de Vox, se pongan ya mismo a enhebrar la aguja.


Claro que todos sabemos que ser vieja y rica no es ningún problema, como tampoco es lo mismo un jeque saudí, que se compra una finca para criar caballos en Extremadura, que el infeliz que huye de su país, porque allí campan a sus anchas la muerte, el dolor y el infortunio.

Como afirma mi tía Carmen: “Es mucho mejor ser guapa y rica, que fea y pobre” (¡ay, las titas y su sabiduría filosófica!).

Empoderamiento de la mujer.Yo no sé si Legarde se relaja haciendo punto durante los consejos de su banco al igual que Miss Marple, el personaje entre tierno y odioso que creó Agatha Christie, que teje dulcemente mientras desentraña intrigas más salvajes que la Tosca de Puccini, pero sí me duele saber cómo pierden la vista y la vida cosiendo, y la infame miseria que cobran por ello, las niñas y mujeres de los países empobrecidos, para que las empresas del textil y el glamour hagan caja.

NO EMPODERA PERO ES ÚTIL

También sé que coser no empodera, pero es útil. De hecho, el feminismo ha utilizado la costura como reivindicación, desde aquellas feministas de los años setenta que cogieron la aguja para reapropiarse de lo doméstico y contra la opresión, a Louise Bourgeois, la mujer araña, que bordó esta frase mítica en una de sus obras: “He estado en el infierno y he vuelto. Y permíteme decirte, fue maravilloso”; o la manifestación del 8M de 2018, en la que se lució un pendón de la artista Sandra Paula Fernández, confeccionado con cintas de raso y terciopelo; o la historia de Mariana Pineda, que pagó con su vida el bordado de una bandera: “Señal dubitativa -decía la sentencia- del alzamiento que se forjaba contra la soberanía del Rey NS” (Fernando VII, ya lo añado yo, para que no tengáis que consultar la Wiki). Mariana fue ejecutada a garrote vil, como autora de un “horroroso delito”, y poco antes de entregar el cuello se negó a que le quitaran las ligas para no “ir al patíbulo con las medias caídas”. Soy fan.


Quería aclarar que el empoderamiento de Christine Lagarde no lo quisiera yo para mí.


Sugiero que Alicia Rubio, la diputada ultraderechista que acaba de soltar la perla de que coser empodera y que el feminismo es un cáncer, (curiosamente ese feminismo gracias al cual ella puede decir estupideces en el Congreso y no estar en casa con la pata quebrada como nos prefieren sus compañeros de ideología). Yo le sugiero, repito, a ella y a sus colegas (hombres y mujeres del partido), que se pongan ya mismo a enhebrar la aguja, y así la próxima vez que salgan a sus manifestaciones de fachas, lleven unas banderas como dios manda, made in spain, cosidas patrióticamente por españoles y españolas muy españoles y muy españolas, y no las de los chinos que al primer centrifugado se quedan como un trapo arrugado.


Me duele saber cómo pierden la vista y la vida cosiendo, y la infame miseria que cobran por ello, las niñas y mujeres de los países empobrecidos, para que las empresas del textil y el glamour hagan caja.


A mí, la verdad, me parece muy bien que se incluyan en la enseñanza unas clases en las que todas y todos aprendamos a coser un botón, cogerle el dobladillo a unos pantalones, freír unos huevos con puntillas, estrechar la camiseta que heredas de una amiga que ha decidido no financiar el trabajo semi esclavo… Y ya, de paso, a reparar un enchufe, enderezar una persiana, colgar una cortina etc. etc. En fin, esas cosas de las “labores del hogar” que te hacen la vida más fácil y esas otras que no hay “chusca” ni Mutua Madrileña que las quiera arreglar.

Empoderamiento de la mujer.Y termino pidiendo disculpas, porque este artículo tenía que estar acabado hace días, pero probé a empoderarme antes y he recosido los botones de tres abrigos, dos chaquetas y siete rebecas. Ya no tengo que comprarme nada nuevo para la temporada.

¿Empoderarme? No creo. ¿Pero ahorrar? Una pasta.

(Elisa Blázquez Zarcero es periodista y escritora. Su último libro publicado es la novela La mujer que se casó consigo misma. Diputación de Badajoz).

SOBRE LA AUTORA

Una colaboradora muy especial

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