O firmamos un nuevo contrato social o esto se acaba. El modelo de trabajo de la Revolución Industrial está muerto, mientras entramos en una realidad de gigantes tecnológicos y trabajadores zombies, un mundo con un modelo educativo fracasado que convierte a las personas en inempleables e “inútiles laborales”, cuya salida de emergencia parece abocarnos a una renta básica universal. Se abre un universo lleno de posibilidades donde escasearán los empleos y donde todo está por hacer.
En los próximos años vamos a tener mucho trabajo y muy pocos empleos. Tenemos que prepararnos para hacer frente a esta situación, trabajo va a haber mucho, porque casi todo está por hacer, sin embargo las ofertas de empleo van a reducirse, una situación que parece contradictoria y anómala a la que tendremos que aprender a adaptarnos y sacar partido.
Concentración empresarial y especialización de la producción
Como resultado, tenemos un pequeño número de campeones (Apple, Amazon, Alibaba, Bayern…) y una lista interminable de perdedores (Kodak, Sony Ericsson, Blockbuster, General Motors…); un fenómeno de fusión y concentración empresarial que nos dejará unos cuantos “gigantes tecnológicos” globales de tamaño descomunal, con un poderío económico y capacidad de influencia superior al de la mayoría de los países, en una espiral de especialización inteligente que concentra la producción de bienes y servicios en un reducido número de focos a escala planetaria.
Los modelos liberal y marxista están agotados, tenemos que inventar otro.
La consecuencia es una concentración del empleo en menos compañías, que, a su vez, se va reduciendo por los procesos de automatización y digitalización (robotización).
Adelgazamiento y crisis de los estados-nación
Cada vez será menor la influencia de los estados-nación y se reducirá más el sector público, lo que se traduce en la pérdida de empleos en la administración, que no es ajena a los procesos de automatización.
El poder que pierden los estados se trasvasa a las ciudades, con una tendencia al aumento de su tamaño (megalópolis). Así, las grandes ciudades se convierten en los polos desde donde eclosionan las nuevas actividades y la producción, desde la base de la innovación.
Empresas y gobiernos, incapaces de crear los empleos que se demandan
La brecha entre oferta de empleo y demanda es cada vez mayor. Un mundo en crecimiento que rebasa ya los 7.500 millones de personas, ávido de nuevos empleos, frente a una realidad de grandes empresas que reducen la necesidad de mano de obra y un sector público que oferta cada vez menos puestos de trabajo.
Trabajo va a haber mucho, porque casi todo está por hacer, sin embargo las ofertas de empleo se reducirán.
Ni siquiera el concurso y pujanza de las pequeñas y medianas empresas es capaz de nivelar una balanza que se desequilibra cada día más.
Riesgo de exclusión social ¿hacia un mundo de personas “inempleables” e “inútiles”?
A medida que avanza la Cuarta Revolución Industrial, con sus disrupciones tecnológicas, aumenta el número de demandantes de empleo que no tienen acomodo en el mercado laboral.
Sin embargo, las tecnologías disruptivas generan un nicho de nuevas actividades y trabajos aún por explotar, poniendo la fabricación de cualquier tipo de producto al servicio de cualquier ciudadano.
¡No más políticas activas de empleo al uso!
¡No más empleos públicos precarios y de miseria por favor!
Asistimos a un fracaso sin paliativos de las políticas activas de empleo por parte de los gobiernos. Vivimos en una nueva economía y los gobernantes sacan sin pudor sus viejos manuales de política económica para dar respuesta a una realidad completamente nueva. Los modelos liberal y marxista están agotados, tenemos que inventar otro.
Las grandes ciudades se convierten en los polos desde donde eclosionan las nuevas actividades y la producción desde la base de la innovación.
Lo estamos viendo en directo, las políticas fiscales y monetarias para activar la economía y dinamizar el empleo, ya no funcionan. Las crisis actuales ya no responden a las recetas keynesianas porque vivimos en una nueva realidad.
¿Renta básica universal para desempleados? ¿O renta social del trabajo?
Una masa social de personas “inempleables”, que crece a pasos agigantados, representa un desafío descomunal, de ahí que se estén planteando alternativas, como la implantación de una renta universal para las personas sin ingresos, una postura defendida por economistas tan reputados como el Nobel Angus Deaton y desaconsejada por otros como Joseph Stiglitz. De hecho ya hay algunos ensayos en países como Finlandia para estudiar su efectividad; sin embargo, es una propuesta controvertida y llena de interrogantes económicos (¿de dónde saldrá el dinero para su financiación?), sociológicos y psicológicos (desmotivación social, acomodación…).
Hay poco empleo y mucho trabajo por hacer
La capacidad de crear más empleos por parte de los empleadores tradicionales está agotada, de hecho, asistimos a una competición de las compañías para sustituir trabajadores por máquinas. Frente a esta realidad, la tecnología está creando millones de posibilidades inéditas para el desarrollo de nuevas actividades (nichos de trabajo) y negocios.
Todo el filón por explotar del trabajo en el mundo digital requiere reorientar los esfuerzos que se dedicaban a la creación de empleos bajo el enfoque tradicional, a la promoción de nuevas formas de trabajar (trabajo knowmádico).
Pero para explotar todo el potencial del trabajo que surge de la revolución tecnológica que está propiciando la Cuarta Revolución Industrial hay que repensar y rediseñar las políticas educativas, económicas, empresariales, laborales y fiscales, que faciliten a las personas inventar de manera autónoma su trabajo y forma de ganarse la vida. Por eso hay que sustituir las viejas políticas activas de empleo por nuevas políticas activas de trabajo.
El pensamiento falaz del “todo está inventando” nos está destrozando
En realidad, todo está por hacer (nuevas necesidades que satisfacer en el mercado, innovaciones esperando concretarse en ofertas, renta disponible para el consumo de nuevas experiencias, tecnología lista para crear todo tipo de soluciones…). La innovación y las posibilidades de hacer cosas nuevas se amontonan a nuestro alrededor, pero no somos capaces de inventar cosas de valor con ellas y crear nuestro trabajo porque no tenemos las habilidades críticas (skill) para hacerlo.
Las tecnologías disruptivas generan un nicho de nuevas actividades y trabajos aún por explotar, poniendo la fabricación de cualquier tipo de producto al servicio de cualquier ciudadano.
La aparición de la realidad digital e Internet (Cuarta dimensión) va a propiciar la mayor fuente de actividades y trabajo de la historia; a ese nuevo continente vamos a migrar todos nuestros negocios y actividades económicas, generándose en ese movimiento millones de nuevas posibilidades económicas aún inéditas.
Hijos de la Revolución Industrial y de la Sociedad Agraria
Aunque nos creemos “muy modernos”, nuestros esquemas de pensamiento han evolucionado muy poco. Seguimos manteniendo la mentalidad de los trabajadores del campo, los obreros de la fábrica y los funcionarios públicos. Un estado incompatible con el signo de los nuevos tiempos, que se caracteriza por el cambio, donde el ideal del trabajo fijo de por vida es una quimera.
Hacernos cargo de nuestra vida e inventar nuestra forma de trabajar
En el futuro, cada persona estará ante la disyuntiva: ¿Qué empleo me puedes dar? ¿Qué trabajo voy a inventar? En la actualidad, la inmensa mayoría está con su cabeza puesta en la primera opción. Si no comenzamos a enfocarnos en la segunda opción, nuestro futuro estará seriamente comprometido.
Las políticas públicas han de centrarse en ayudar a las personas a inventar su trabajo, desde un giro radical de las medidas de promoción del emprendimiento, cuyos resultados han sido un fracaso estrepitoso.
Hay que sustituir las viejas políticas activas de empleo por nuevas políticas activas de trabajo.
Necesitamos un cambio global de mentalidad, para pasar de ser espectadores del mundo a protagonistas, de demandantes a ofertantes, desde el descubrimiento de lo que nos hace felices, nuestra vocación, talento, pasión y el lugar que queremos ocupar en el mundo. Y a partir de ahí, construir nuestro proyecto vital desde la adquisición de habilidades nuevas que han de ser promovidas desde la escuela.
Somos infelices en un mundo lleno de posibilidades
Un mundo lleno de posibilidades que no somos capaces de ver porque nuestra mirada siempre ha estado dirigida a reproducir unos patrones sociales, económicos y laborales que hacen aguas por todas partes.
En el futuro, tendremos que trabajar duro para inventarnos el trabajo con el que ganarnos la vida, tendremos que aprender a descubrir lo que otras personas necesitan, a hacer promesas significativas, a pedir cosas a cambio (hacer ofertas valiosas), a ser impecables, a crear equipos, a dirigir, a gestionar nuestras emociones…
Tendremos que aprender también a trabajar con las tecnologías de la Cuarta Revolución Industrial (big data, creación y aplicación de algoritmos, robótica, inteligencia artificial, blockchain…). A convertirnos en creadores de nuevas experiencias inmersivas (economía de la experiencia), a especializarnos en determinadas áreas donde producir excelencia (especialización inteligente), a generar procesos sostenibles (economía circular) …
Necesidad de un nuevo contrato social
Pero explotar las nuevas posibilidades para que las personas inventen su trabajo exige un nuevo contrato social. El viejo contrato social que se basaba en el principio: “pórtate bien, estudia y esfuérzate bajo la promesa de un trabajo digno y de por vida”, está muerto. Estamos en la antesala de uno nuevo, que exige un nuevo modelo educativo (basado en el desarrollo de nuevas competencias), económico y fiscal, que facilite nuevas formas de hacer ofertas, financiación, comprar y vender, pagar impuestos…; y laboral (nuevas fórmulas flexibles de trabajar, relaciones laborales…).
Necesitamos que los gobiernos asuman la responsabilidad de adaptar los mecanismos legales a las necesidades de los nuevos tiempos.
Estamos a tiempo de evitar la distopía de gigantes tecnológicos y trabajadores zombies
Tenemos tiempo de evitar una deriva donde la mayor parte de la masa laboral se pelea por una menguante oferta de empleos de las multinacionales, las pymes y la administración, incapaces de cubrir la demanda existente. Una realidad que nos sitúa ante un contingente descomunal de “precariado”, “inempleables” e “inútiles laborales”; cuya mejor alternativa no es una renta de subsistencia, porque para construir el mundo del futuro y crear riqueza revolucionaria necesitamos el talento, la creatividad, la innovación, el emprendimiento y el liderazgo de todas esas personas. Nuestra tarea ahora es canalizar todo ese potencial, poniendo en marcha un nuevo modelo educativo, económico y laboral que lo haga posible.
En el futuro tendremos mucho trabajo y muy pocos empleos, una realidad que contribuirá a la revalorización del ser humano y a una existencia mucho más rica y apasionante, si entendemos el signo de los nuevos tiempos, estamos dispuestos a cambiar nuestra mentalidad y hacer los cambios necesarios desde las instancias gubernamentales.
Adelante!!!
(Juan Carlos Casco Casco es un reputado experto y consultor en Prospectiva, Educación y Emprendimiento, de prestigio internacional y actividad en España y en diferentes países de Europa y Latinoamérica).
SOBRE EL AUTOR
Juan Carlos Casco se incorpora al equipo
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