sábado, 27 abril, 2024
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El uso del suelo y la caída de las civilizaciones (1)

A lo largo de nuestra historia, los humanos hemos hecho uso de los recursos que el planeta ponía a nuestra disposición, tanto recursos abióticos (como minerales o combustibles) como bióticos (como plantas o animales). Obviamente, el suelo es parte de los recursos que los humanos utilizamos para vivir como podemos y desarrollar civilizaciones con mejor o peor fortuna. Por eso, a lo largo de la historia, el suelo ha sido visto como un recurso. Su mala utilización ha causado y causa grandes desastres que ponen en peligro la continuidad de las sociedades.

(Artículo con versión inglesa)

El doctor Antonio Jordán en su despacho de la Facultad de Química de la Universidad de Sevilla.
El doctor Antonio Jordán en su despacho de la Facultad de Química de la Universidad de Sevilla.

Sevilla.-

A lo largo de nuestra historia, los humanos hemos hecho uso de los recursos que el planeta ponía a nuestra disposición, tanto recursos abióticos (como minerales o combustibles) como bióticos (como plantas o animales). Obviamente, el suelo es parte de los recursos que los humanos utilizamos para vivir como podemos y desarrollar civilizaciones con mejor o peor fortuna. Por eso, a lo largo de la historia, el suelo ha sido visto como un recurso. Esto es así por un punto de vista bastante antropocéntrico del que la humanidad suele hacer gala. En el moderno Occidente, por ejemplo, el suelo ha sido investigado y clasificado básicamente en función de su capacidad para sostener cultivos. Esto, que puede haber estado justificado en momentos en que había que solucionar la hambruna de la población urgentemente, hoy sabemos que no es lo más útil. Básicamente, porque somos tremendamente eficientes en solucionar hambrunas (que queramos o no o dónde lo hagamos es otro problema).

Tormenta de polvo en Kansas (1935). S. Jamerson-Library of Congress.
Tormenta de polvo en Kansas (1935). S. Jamerson-Library of Congress.

Cuando Dorothy se detenía en el vano de la puerta y miraba a su alrededor, no podía ver otra cosa que la gran pradera que los rodeaba. Ni un árbol ni una casa se destacaba en la inmensa llanura que se extendía en todas direcciones y que parecía juntarse con el cielo. El sol había calcinado la tierra arada hasta convertirla en una masa grisácea con una que otra rajadura aquí y allá. Ni siquiera la hierba era verde, pues el sol había quemado la parte superior de sus largas hojillas hasta teñirlas del mismo gris predominante en el lugar.
L. Frank Baum. “El maravilloso mago de Oz” (1900).

El manejo del suelo de forma intensiva, como viene haciéndose especialmente desde la enorme crisis alimentaria y socioeconómica de la Dust Bowl de Estados Unidos en los años 30 del siglo XX (como veremos más adelante), ha permitido la intensificación y especialización del manejo del suelo hasta niveles nunca antes vistos. Pero eso ha llevado aparejados problemas con los que nos hemos dado de bruces muchas décadas después. Básicamente, problemas como pérdida de la fertilidad, pérdida de la biodiversidad, contaminación, polución y calentamiento global.


El uso no sostenible de los recursos naturales ha llevado al colapso de muchas sociedades.


El suelo no es un recurso renovable a corto plazo

Por estas razones, hoy no se debería hablar de “uso de los recursos naturales”, sino de “uso sostenible de los recursos naturales”. Y, teniendo eso en cuenta, tampoco podríamos hablar en sentido estricto de “recursos naturales”. Como mucho, “préstamos a bajo interés”.

En la actualidad se usan términos como “funciones” o “servicios ecosistémicos” para referirnos a lo que podemos obtener de los recursos naturales, y son términos que llevan implícito el carácter sostenible que deben tener estos usos. Tampoco estoy seguro de que sean los términos más adecuados, pero es lo mejor que tenemos. En cualquier caso, nos explican que el suelo, como el aire o el agua, son recursos no renovables a corto plazo.

Suelo perdido tras la deforestación en Atécuaro (Michoacán, México). A. Jordán-Imaggeo.
Suelo perdido tras la deforestación en Atécuaro (Michoacán, México). A. Jordán-Imaggeo.

Muy bien, pero… ¿para qué sirve el suelo?

El suelo es la base de todos los ecosistemas terrestres. Es el soporte físico de las plantas y de los seres vivos que viven en su interior o sobre él, así como el responsable de su nutrición. La mayoría de todo lo necesario para la supervivencia humana proviene del suelo. Piensa por un momento qué has comido por última vez, cómo vas vestido o cómo te has desplazado.


Bajo un uso sostenible, el suelo es capaz de proporcionar servicios ecosistémicos.


Pero el suelo no solo proporciona “cosas”. También proporciona servicios ecosistémicos de apoyo (como producción primaria y biodiversidad) o reguladores (como control de erosión, equilibrio hídrico, aporte de nutrientes, regulación de los gases atmosféricos o control de plagas). La calidad de los servicios ecosistémicos dependen de la salud del suelo (su capacidad para funcionar como parte del ecosistema) y de la diversidad de organismos que pueblan el suelo.

Cárcavas en suelos cultivados en la provincia de Cádiz. A. Jordán-Imaggeo.
Cárcavas en suelos cultivados en la provincia de Cádiz. A. Jordán-Imaggeo.

¿Tan importante es la sostenibilidad del uso y manejo del suelo?

Robert Malthus es famoso por varias cosas. Fue un clérigo educado en Cambridge (porque haber hecho el voto monástico de celibato era una de las condiciones de Cambridge para recibir una beca) que se especializó en economía y demografía. Malthus fue sin duda buen estudiante, pero mal alumno de Jean-Jacques Rousseau. En realidad, Malthus era un clasista hijo de su tiempo, partidario de la caridad y no de la justicia social.

En su Primer Ensayo sobre la Población (1798), Malthus escribió: “Cuando intentamos contemplar el sistema del universo, cuando pensamos en que las estrellas son los soles de otros sistemas esparcidos por el espacio infinito, cuando reflexionamos en que probablemente tan sólo vemos la millonésima parte de esos luminosos orbes que envían luz y vida a innumerables mundos, cuando nuestras mentes se postran en admiración ante la fuerza poderosa e incomprensible del Creador, incapaces de captar esta inconmensurable concepción, no tengamos la mezquindad de quejarnos de que los climas no sean todos bonancibles, de que no tengamos una primavera eterna a lo largo de todo el año, de que las criaturas de Dios no posean todas las mismas ventajas, de que se vea, a veces, oscurecido el mundo natural por nubarrones y tempestades y el mundo moral por el vicio y la miseria, y de que todas las obras de la creación no alcancen el mismo grado de perfección. Tanto la razón como la experiencia parecen indicarnos que esta variedad infinita de la naturaleza (y la variedad no puede existir sin partes inferiores y aparentes defectos) está admirablemente adaptada para promover el elevado propósito de la creación y producir el bien con la mayor abundancia posible”.

Incluso para una persona que crea en la existencia de un creador con un plan establecido (yo no lo creo, pero es una idea respetable) o en que la naturaleza tiene una finalidad concreta (de nuevo, yo no lo creo, pero es una idea respetable), decir que ese fin es producir la mayor cantidad de bienes posible implica un salto arriesgado de la razón, incluso para un economista de Cambridge como Malthus. Con lo que hoy sabemos, desde luego, podemos descartar esta idea. La naturaleza no es una fuente inagotable de nada. Incluso para una civilización de tipo IV en la escala de Kardashov llegaría un día en que los recursos se habrían acabado. Hoy sabemos que los recursos no son ilimitados y que más nos vale cuidarlos.


Gran parte de las ideas de Robert Malthus han quedado desautorizadas por la ciencia moderna.


Malthus fue influyente en el siglo XIX para antropólogos y biólogos. De hecho, algunas de sus ideas son respetadas en nuestra época por antropólogos materialistas como Jared Diamond (un señor al que hay que leer, pero que también puede ser criticado). Sin embargo, sus teorías económicas y demográficas han fracasado completamente. Al final, Malthus solo ha quedado para inspirar villanos maravillosos del cine como Thanos en “Vengadores: Infinity War” (porque en el cómic de Marvel, el guionista Jim Starlin lo diseñó como un simple tipo caprichoso, enamoradizo y narcisista), un extraterrestre morado con claros trazos morales, filosóficos y políticos. Un villano que en realidad busca un bien superior:

Thanos: Titán era como muchos planetas. Demasiadas bocas, no había suficiente para todos. Y al enfrentarnos a la extinción, yo ofrecí una solución.
Dr. Strange: El genocidio.
Thanos: Pero aleatorio, imparcial, justo con ricos y pobres. Me llamaron loco. Lo que yo había predicho sucedió.
Dr. Strange: Enhorabuena, eres un profeta.
Thanos: Un superviviente.
Thanos (Josh Brolin) y Dr. Strange (Benedict Cumberbatch) en “Vengadores: Infinity War” (Anthony Russo y Joe Russo, 2018)

Pérdida de suelo cultivable cerca de Arcos de la Frontera (Cádiz). A. Jordán-Imaggeo.
Pérdida de suelo cultivable cerca de Arcos de la Frontera (Cádiz). A. Jordán-Imaggeo.

En las ocasiones en que la explotación de los recursos o el uso del suelo han ido más allá de lo sostenible, los humanos hemos tenido que sufrir enormes impactos sociales y económicos. A veces, los cambios se inician despacio y la situación se va agravando tan lentamente que no la percibimos bien (como está ocurriendo en la actualidad en los sistemas agrícolas mediterráneos), pero cuando se alcanza el punto de no retorno nos damos cuenta inmediatamente: cae la civilización y a otra cosa.

Teníamos a nuestra disposición el instrumento que las ciencias naturales del mañana necesitarán para entender la verdad: una experiencia biológica global de la cual los científicos raramente pueden disponer, un campo de experiencia imposible de replicar artificialmente, creado por prácticas que no se enfocan en la investigación científica, sino en el advenimiento de una cultura humana liberada de los errores del pasado, una comunidad de trabajo que incluye a los agricultores más sabios, aquellos que han sabido interpretar las señales de los tiempos y que aún son capaces de pensar biológicamente. También allí surgió la chispa divina, y también allí la productividad biológica se convierte en una realidad, de tal manera que avanza y nos proporciona, a nosotros también, el apoyo sin el cual nuestro trabajo difícilmente podría haberse llevado a cabo hasta ahora.
Hans Peter Rusch. “Bodenfruchtbarkeit: Eine Studie biologischen Denkens” (1968).

(En el próximo capítulo veremos con algo más de detalle ejemplos concretos de cómo el mal uso de los recursos y del suelo ha contribuido, con más o menos exclusividad, a la caída de sociedades y civilizaciones a lo largo de la historia).

Thanos y Gamora en el Mundo del Alma (Vengadores Infinity War, 2018).
Thanos y Gamora en el Mundo del Alma (Vengadores Infinity War, 2018).

VERSIÓN INGLESA

Land use and the decline of civilizations (1)

Throughout our history, humans have utilized the resources that the planet provided us, including both abiotic resources like minerals or fuels and biotic resources like plants or animals. Clearly, soil is one of the resources that humans have used to sustain their lives and develop civilizations, with varying degrees of success. Therefore, soil has been perceived as a resource throughout history, reflecting a rather anthropocentric viewpoint that humanity often displays. In modern Western societies, for instance, soil has been researched and classified primarily based on its ability to support crops. This perspective, which might have been justified during times of urgent famine relief, is now understood to be less useful. Essentially, because we are incredibly efficient at addressing famines (whether we want to or not, or wherever we do it is another issue).

When Dorothy stood in the doorway and looked around, she could see nothing but the great gray prairie on every side. Not a tree nor a house broke the broad sweep of flat country that reached the edge of the sky inall directions. The sun had baked the plowed land into a gray mass, with little cracks running through it. Even the grass was not green, for the sun had burned the tops of the long blades until they were the same gray color to be seen everywhere.
L. Frank Baum. “The wonderful wizard of Oz” (1900).

The intensive management of soil, especially since the enormous food and socioeconomic crisis of the Dust Bowl in the United States during the 1930s (as we will see later), has allowed soil management to reach unprecedented levels of intensification and specialization. However, this has come with associated problems that we have encountered many decades later, such as loss of fertility, loss of biodiversity, pollution, and global warming.


The unsustainable use of natural resources has led to the collapse of many societies.


Soil is not a renewable resource in the short term.

For these reasons, today we should not talk about «utilization of natural resources» but about «sustainable use of natural resources.» And, considering that, we can’t strictly speak of «natural resources.» At most, they are «low-interest loans.» Terms like «functions» or «ecosystem services» are used nowadays to refer to what we can obtain from natural resources, terms that imply the sustainable nature these uses should have. I’m not entirely sure if these are the most appropriate terms, but they are the best we have. In any case, they explain that soil, like air or water, are non-renewable resources in the short term.

Alright, but what is the purpose of soil?

Soil is the foundation of all terrestrial ecosystems. It is the physical support for plants and living organisms that reside inside it or on it, as well as responsible for their nourishment. Most of what is necessary for human survival comes from the soil. Think for a moment about what you ate last, how you are dressed, or how you traveled.


Under sustainable use, the soil is capable of providing ecosystem services.


But soil doesn’t just provide «things.» It also offers supporting ecosystem services (such as primary production and biodiversity) or regulatory services (such as erosion control, water balance, nutrient supply, regulation of atmospheric gases, or pest control). The quality of these ecosystem services depends on the soil’s health (its ability to function as part of the ecosystem) and the diversity of organisms inhabiting the soil.

Is the sustainability of soil use and management really that important?

Robert Malthus is famous for several things. He was a clergyman educated at Cambridge (because taking the monastic vow of celibacy was one of Cambridge’s conditions for receiving a scholarship) who specialized in economics and demography. Malthus was undoubtedly a good student but a poor disciple of Jean-Jacques Rousseau. In reality, Malthus was a product of his time, a supporter of charity rather than social justice.

In his First Essay on Population (1798), Malthus wrote (translated by me): «When we reflect on the system of the universe, when we think of the stars as suns to other systems scattered throughout infinite space, when we reflect on the grandeur and the incomprehensible power of the Creator, incapable of grasping this immense conception, let us not, in the meanness of our complaints, arraign the climates, because they are not always genial, let us not expect an eternal spring throughout the year, let us not murmur if the creatures of God do not possess all the same advantages, if the world of nature is sometimes darkened by clouds and tempests, and the moral world by vice and misery, and if all the works of creation do not attain the same degree of perfection. Both reason and experience seem to show us that this infinite variety in nature (and variety cannot exist without inferior parts and apparent defects) is admirably adapted to promote the high purpose of creation and to produce good in the greatest abundance posible».

Even for a person who believes in the existence of a creator with a predetermined plan (I don’t believe it, but it’s a respectable idea) or in the notion that nature has a specific purpose (again, I don’t believe it, but it’s a respectable idea), to say that this purpose is to produce the greatest amount of goods possible involves a risky leap of reason, even for a Cambridge economist like Malthus. With what we know today, of course, we can dismiss this idea. Nature is not an endless source of anything. Even for a Type IV civilization on the Kardashev scale, there would come a day when resources would run out. Today, we understand that resources are not limitless, and it’s in our best interest to conserve them.


Much of Robert Malthus’s ideas have been discredited by modern science.


Malthus was influential in the 19th century for anthropologists and biologists. In fact, some of his ideas are respected in our time by materialist anthropologists like Jared Diamond (a man worth reading, but also subject to criticism). However, his economic and demographic theories have completely failed. In the end, Malthus has only remained to inspire wonderful villains in movies like Thanos in «Avengers: Infinity War» (because in Marvel comics, writer Jim Starlin designed him as a whimsical, amorous, and narcissistic character), a purple extraterrestrial with clear moral, philosophical, and political traits. A villain who actually seeks a higher good:

Thanos: Titan was like most of planets. Too many mouths, not enough to go around. And when we faced extinction, I offered a solution.
Dr. Strange: Genocide.
Thanos: But random, dispassionate, fair to rich and poor alike. They called me a madman. And what I predicted came to pass.
Dr. Strange: Congratulations, you’re a prophet.
Thanos: I’m a survivor.
Thanos (Josh Brolin) and Dr. Strange (Benedict Cumberbatch) in “Avengers: Infinity War” (Anthony Russo and Joe Russo, 2018)

In occasions where the exploitation of resources or land use has exceeded sustainable limits, humans have had to endure enormous social and economic impacts. Sometimes, changes start slowly and the situation deteriorates so gradually that we don’t perceive it well (as is currently happening in Mediterranean agricultural systems). However, when the point of no return is reached, we immediately realize it: civilizations collapse, and it’s on to something else.

We had the instrument that the natural sciences of tomorrow will need to grasp the truth: a global biological experience rarely available to scholars, an experimental field impossible to artificially replicate, created through practices that engage in organic farming not for scientific research purposes, but for the advent of a human culture rid of past errors, a working community comprising the wisest among farmers, those who have interpreted the signs of the times and are still capable of thinking biologically. There too, the divine spark has ignited, and there too, biological productivity becomes a reality, expanding its reach and providing us, too, with the support without which our work could hardly have been continued until now.
Hans Peter Rusch. “Bodenfruchtbarkeit: Eine Studie biologischen Denkens” (1968).

In the second part of this text, we will examine in somewhat greater detail specific examples of how the misuse of resources and land has contributed, with more or less exclusivity, to the downfall of societies and civilizations throughout history.

(Antonio Jordán López es un prestigioso científico español, doctor en Biología y profesor de Ciencias del Suelo de la Universidad de Sevilla, con una amplia labor investigadora y obra publicada).

SOBRE EL AUTOR

El destacado científico Antonio Jordán López, nuevo colaborador de PROPRONews

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