viernes, 19 abril, 2024
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El coche, el capitalismo y los adjetivos molones

Una visión de presente y de futuro sobre el automóvil, las ciudades, la contaminación y más

Mis padres y mis hermanos tienen coche. Mi crush tiene coche. La mayoría de mis amigos tienen coche. Algunas parejas que conozco tienen dos coches. O coche y moto. O dos coches y dos motos. Por fortuna, tengo muchos amigos, pero menos de los que puedo contar con los dedos de una mano no tienen coche. Yo no tengo coche.

(Artículo con versión inglesa).

El doctor Jordán, en su despacho de la Facultad de Química de la Universidad de Sevilla.
El doctor Jordán, en su despacho de la Facultad de Química de la Universidad de Sevilla.

Sevilla.-

Se me ocurrió una buena idea: debería llevar a Miriam a algún lugar muy especial, arrancarla durante unas horas del ambiente acostumbrado para que recibiera otras impresiones. Tomaríamos un coche y daríamos un paseo. (El Golem, Gustav Meyrink).

Todos mis amigos tienen conciencia social y moderadamente ecologista. Algunos de ellos con un empeño notable, admirable y muy coherente. Quizá yo sea el menos ecologista de ellos. Esto es personal, pero el “ecologismo” me parece un invento más del capitalismo, una especie de engaño o sublimación de la conciencia del impacto ambiental. Podría matizar lo que digo añadiendo que tengo más conciencia de clase que ecologista, aunque esto necesitaría explicaciones que me llevarían más tiempo de escritura del que me apetece en este momento.

El caso es que, como decía, casi todos mis amigos tienen coche. Y como tienen conciencia ecologista comparten disquisiciones interminables sobre el uso de tecnologías alternativas aplicadas al funcionamiento de sus coches. Que si motores de diésel o gasolina, que si híbridos, motores eléctricos, motores de hidrógeno, energía solar, combustibles alternativos y no sé cuántas cosas más.

A veces también critican mi desacuerdo con el ecologismo (que tiene un poco de postureo, me tengo por ecologista). Curiosamente, lo hacen todos los que tienen coche (o dos coches; o coche y moto; o dos coches y dos motos). Pero yo no tengo coche. Siempre me he movido en bicicleta. Al llegar a la cincuentena, me he permitido el lujo de un patinete eléctrico que alterno con la última bicicleta que no me han robado (¡crucemos los dedos!).


El “ecologismo” me parece un invento más del capitalismo, una especie de engaño o sublimación de la conciencia del impacto ambiental.


Está difícil vivir sin CO₂, pero…

Pues no tengo coche. El CO₂ que emito al trasladarme suele ser el de mi respiración. A veces cojo metro, taxi o autobús. Por razones de trabajo, a veces uso coche (que conduce otr@, no yo, que no tengo ni carné). Una vez, un alumno se ofreció a llevarme a casa desde la facultad en su Jaguar (y acepté, emoticono de guiño). También he viajado en avión, mucho por trabajo y algo por placer. Pero mis emisiones anuales de CO₂ están muy cerca de cero.

…todos necesitamos un coche

VIDA PLENA, SIN COCHE

No tener coche no me ha impedido tener una vida plena. Trabajo en lo que me gusta y tengo la suerte de que no me es imprescindible tener coche. Pero todo el mundo no tiene esa suerte. Y, además, tiene sus inconvenientes no tener coche. Imagina que tienes una persona cercana ingresada en un hospital en otra ciudad. Imagina que debes asistir a un funeral en una ciudad a la que no llega el autobús (no digamos el tren o el avión). Imagina que tienes un amigo, familiar o pareja en prisión (¿sabéis lo que tiene que hacer alguien de Sevilla que no tenga coche para tener un vis a vis en la cárcel de Sevilla-2?). Imagina que tienes que llevar un electrodoméstico estropeado al punto limpio. Y aquí es a donde quiero llegar: dejémonos de tonterías, todos necesitamos un coche.

Mucha gente tiene un coche, o dos, o coche y moto... Jack Lemmon y Tony Curtis en La carrera del siglo (1965, Warner Bros.).
Mucha gente tiene un coche, o dos, o coche y moto… Jack Lemmon y Tony Curtis en La carrera del siglo (1965, Warner Bros.).

El coche tiene sus ventajas. El coche es uno de esos inventos de la humanidad que al principio parece que vienen a solucionar un montón de inconvenientes y a acelerar el progreso (¡el progreso!) de la humanidad. Como el pan, como la penicilina, como el papel. Pero tiempo después, se revelan como instrumentos del capitalismo. Como la energía nuclear, como el gas pimienta, como la tele.


Los señores que viven de vender coches se han inventado conceptos como coche ecológico, coche eléctrico y cosas así. A veces pienso que el capitalismo es la industria del adjetivo molón.


Tu amigo chungo.

– ¿Es suyo este coche, señor? – preguntó Arnie.

La pregunta no dejaba de ser un poco tonta. El «Plymouth» estaba aparcado en el jardín de la casita de la que había salido el viejo. El jardín era horrible, pero parecía algo con aquel «Plymouth» en primer plano para dar perspectiva.

– ¿Y qué si lo es? – preguntó el viejo.

– Yo… – Arnie tuvo que tragar saliva -, quiero comprarlo.

(Christine, Stephen King).

El coche se ha convertido en un vampiro sucio, desagradable (apárcalo, amig@) y, cada vez más, en algo poco moderno. Sin embargo, sigue asociado a la imagen de una humanidad que conduce feliz en los anuncios, porque tiene wifi, tiene bluetooth, tiene USB, te carga el móvil, puedes sacar la mano por la ventanilla, puedes atontar a los niños con un DVD (incluso con Netflix) para que no molesten, puede tumbarse una tía (o un tío) buen@ en bikini sobre el capó, tiene diseño y colores muy bonitos y sirve hasta para decir que eres más rico que tu vecino. Puedes abrir el maletero pasando un pie por debajo si sales del supermercado cargado de bolsas, ¡puedes contratar un seguro! El hecho de que todo eso sea una mierda en realidad parece importar poco. Porque los señores que viven de vender coches se han inventado conceptos como coche ecológico, coche eléctrico y cosas así. A veces pienso que el capitalismo es la industria del adjetivo molón.

¿QUIÉN CONTAMINA?

¿Quién contamina? ¿Tu coche o tú?

Desde un punto de vista realista (que no es necesariamente pesimista), solo hay que saber un poco de geología para entender que el petróleo no se va a acabar. Se va a encarecer. Y cuando sea muy caro, cuando como hace un siglo vuelva a ser de verdad un lujo (no antes), se impondrán los coches eléctricos. Pero fabricar coches eléctricos contamina. Y solo cuando se invente una tecnología más barata, que permita fabricar coches menos contaminantes y mantener los beneficios de la industria, se fabricarán coches menos contaminantes. Pero si se descubre una fuente energética más barata, aunque sea más contaminante, volveremos a contaminar mucho.


Durante los últimos 60 o 70 años, el diseño urbano se ha esforzado en organizar las ciudades en función del coche y no de las personas.


De modo que, si de verdad tenemos conciencia social y/o ambiental, debemos hacer un acto de contrición y admitir que vivir contamina. La única salida digna es aprender a vivir usando menos el coche. Hay que desenseñar a desaprender cómo se deshacen las cosas, como decía la Bruja Avería.

Claro, eso plantea otras necesidades como un mejor diseño de las ciudades (aunque el diseño “amable” de las ciudades tenga también sus riesgos), las comunicaciones, el transporte público, la educación y hasta la conciliación familiar. Pero eso es mucho más difícil de aceptar por el capitalismo.

La ciudad es para los coches. Imagen aérea de la calle José Laguillo en Sevilla (Google Earth).
La ciudad es para los coches. Imagen aérea de la calle José Laguillo en Sevilla (Google Earth).

¿Para quién se diseñan las ciudades?

Durante los últimos 60 o 70 años, el diseño urbano se ha esforzado en organizar las ciudades en función del coche y no de las personas. En lugar de ciudades para citarse, pasear, jugar y otras mil cosas, se han diseñado ciudades para atravesar en coche. Y cuando los coches saturaron las calles, se diseñaron avenidas con más carriles. Que se volvieron a saturar.

Una respuesta a la saturación de coches, al humo y al ruido es favorecer el uso de otros medios de transporte público (como el metro), privado (como la bicicleta) y la peatonalización progresiva de las ciudades. La peatonalización plantea algunos problemas. Puede peatonalizarse una amplia zona, pero no de cualquier uso. Hay muchas alternativas permanentes o temporales, pero de esto hay personas que saben mucho más que yo.

Hay que pensar con ambición. En Hamburgo está previsto eliminar el coche completamente en 2034 y eso no significará que los hamburgueses no puedan ir al colegio o a trabajar. Madrid Central o las supermanzanas de Barcelona son también buenas ideas. Las vías peatonalizadas en Sevilla y otras ciudades no están mal.

Como en otros muchos asuntos, a veces es interesante experimentar a nivel local o personal. ¿Qué tal si piensas en no coger el coche un día a la semana? Quizá no puedas (porque vives en un barrio o ciudad mal diseñada o porque simplemente no puedes). ¿O sí?

No quisiera despedirme sin pedir disculpas a Pérez-Reverte por haber escrito “amig@” en lugar de “amigo/a”. No ha sido por economía del lenguaje, ha sido porque me hace gracia.

VERSIÓN INGLESA

CAR, CAPITALISM AND COOL ADJECTIVES

I had a sudden inspiration. I had to persuade Miriam to do something unfamiliar, to drag her for a few hours out of her normal surroundings, to open her mind to other thoughts. We could hire a carriage and go for a ride! (The Golem. Gustav Meyrink).

My parents and my brothers have a car. My crush has a car. Most of my friends have cars. Some couples I know have two cars. Or car and motorcycle. Or two cars and two motorcycles. Fortunately, I have many friends, but fewer than I can count on the fingers of one hand do not have a car. I do not have a car.

All my friends are socially conscious and moderately ecologist. Some of them with a remarkable, admirable and very consistent effort. Maybe I’m the least ecologist of them. This is personal, but I think that “ecologism” is an invention of capitalism, a kind of deception or sublimation of awareness of environmental impact. May be I am more class conscious than environmentalist, although this would require explanations that would take more time to write than I feel like at this moment.

The fact is that, as I said, almost all my friends have a car. And since they are environmentally conscious, they share endless disquisitions about the use of alternative technologies applied to the operation of their cars. Diesel, gasoline, hybrid, electric or hydrogen engines, solar energy, alternative fuels and I don’t know how many other things.

Sometimes they also criticize my disagreement with ecologism (this is posture, I am ecologist). Curiously, all those who have a car (or two cars; or a car and a motorcycle; or two cars and two motorcycles) do it. But I don’t have a car. I have always moved by bicycle. In my fifties, I have allowed myself the luxury of an electric scooter that I alternate with the last bicycle that has not been stolen (cross fingers!).

It’s hard to live without CO₂, but…

Well I don’t have a car. The CO₂ that I generate when I move is usually from my breathing. Sometimes I take the subway, taxi or bus. For work reasons, sometimes I use a car (someone else drives, not me, I don’t even have a license). Once, a student offered to drive me home from college in his Jaguar (and I agreed, winking emoji). I have also traveled by plane, a lot for work and some for pleasure. But my annual CO₂ emissions are very close to zero.

…we all need a car

Not having a car has not prevented me from having a full life. I work in what I like and I am lucky that it is not essential for me to have a car. But not everyone is so lucky. And, in addition, not having a car has its drawbacks. Imagine that you have a close person in a hospital in another city. Imagine that you have to attend a funeral in a city that the bus does not reach (let alone the train or the plane). Imagine that you have a friend, relative or partner in prison (do you know what someone from Seville who does not have a car has to do to have a vis a vis in the Seville-2 penitentiary center?). Imagine that you have to take a damaged washer to the recycling centre. And this is where I want to get to: cut the cackle!, we all need a car.

Cars have advantages. Cars are one of those inventions of humanity that at first seems to solve a lot of problems and accelerate the progress (progress!) of mankind. Like bread, like penicillin, like paper. But later, they become tools of capitalism. Like nuclear power, like pepper spray, like TV.

Ya crappy friend

‘Sir, is this your car?’ Arnie asked him. Not much question that it was. The Plymouth was parked on the lawn of the postwar tract house from which the old man had issued. The lawn was horrible, but it looked positively great with that Plymouth in the foreground for perspective.

‘What if it is?’ the old guy demanded.

‘I’ – Arnie had to swallow – ‘I want to buy it.

(Christine, Stephen King).

Car has become an unpleasant (park it, my friend), dirty vampire, a less and less modern thing. However, it is still associated with the image of people driving happily in ads because it has wifi, bluetooth, USB ports, it charges your mobile, you can put your hand out the window, you can stun children with a DVD (even with Netflix) so that they do not disturb, a hot girl in a bikini can lie on the hood, it has very beautiful design and colours and it even serves to say that you are richer than your neighbour. You can open the trunk by passing a foot under it if you leave the supermarket loaded with bags, you can take out insurance! The fact that this is all bullshit actually does not matter. Because gentlemen who sell cars have invented concepts such as ecological cars, electric cars and things like that. Sometimes I think that capitalism is the industry of the cool adjective.

Who pollutes? Is it your car or you?

From a realistic point of view (which is not necessarily pessimistic), you just have to know a little geology to understand that oil is not going to run out. It is going to get more expensive. And when it is very expensive, when like a century ago it was truly a luxury again (not before), electric cars will prevail. But making electric cars pollutes. And only when cheaper technology makes it possible to make cleaner cars and maintain the profits of the industry, cleaner cars will be made. But if cheaper energy sources are discovered, even if more polluting, we will pollute a lot again.

So, if we really have a social and/or environmental awareness, we must make an act of contrition and admit that living pollutes. The only decent way out is to learn to live by using the car less. You have to unteach how to unlearn how to undo things.

Of course, that raises other needs such as better design of urban settlements (although the «friendly» design of cities also has its risks), communications, public transport, education and even family conciliation. But that is much more difficult for capitalism to accept.

Who are cities designed for?

During the last 60 or 70 years, urban design has endeavoured to organize cities around cars and not people. Instead of cities to meet, walk, play and a thousand other things, cities have been designed to drive through. And when cars saturated the streets, avenues were designed with more lanes. Which became saturated again.

One response to the saturation of cars, smoke and noise is to favour the use of other means of public transport (such as the subway), private (such as the bicycle) and the progressive pedestrianization of cities. Pedestrianization poses some problems. A wide area can be pedestrianized, but not for any use. There are many permanent or temporary alternatives, but I am not the one who knows the most about that.

Think ambitiously. In Hamburg it is planned to eliminate cars completely in 2034 and that will not mean that people cannot go to school or work. Madrid Central or the superblocks of Barcelona are also good ideas. The pedestrianized streets in Seville and other cities are not bad.

As in many other matters, sometimes it is interesting to experiment on a local or personal level. What if you think about not taking the car one day a week? Maybe you can’t (because you live in a poorly designed neighborhood or city, or because you just can’t). Or maybe yes?

(Antonio Jordán López es un destacado científico español, doctor en Biología y profesor de Ciencias del Suelo de la Universidad de Sevilla, con una amplia labor investigadora y obra publicada).

SOBRE EL AUTOR

El destacado científico Antonio Jordán López, nuevo colaborador de PROPRONews

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