sábado, 27 abril, 2024
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“Este año me va a tocar el Gordo de Navidad”

¿Son ciertas las corazonadas? ¿Para qué sirven los pálpitos?

Para unos son mera palabrería. Interpretaciones supersticiosas de la realidad. Fantasías de la mente. Para otros tienen una explicación científica. Las corazonadas, lo que también se llama sexto sentido, constituyen las constantes vitales de la intuición. Y la intuición acierta muchas veces, más de las que pensamos. En estos días prenavideños, millones de personas tienen la corazonada de que, “esta vez sí”, les va a tocar el Gordo de Navidad. Y algunas tendrán razón. Lo difícil es dilucidar si en verdad lo adivinan, o es que alguien tiene, dentro del mundo de la casualidad y las probabilidades, que ver cumplido forzosamente su sueño porque el suyo es el sueño de todos.

Si preguntamos a los agraciados con el premio gordo del sorteo de la Lotería de Navidad del año pasado si tenían la corazonada de que les iba a tocar, la mayoría, por no decir todos, dirán que sí. Y no mienten. El asunto es que muchos de los que compran lotería, por no decir todos, tenemos esa corazonada más de una vez. Y, claro, en algún caso, ese pálpito, salvo que algún número o billete quede sin vender, -a veces pasa- tiene que verse forzosamente cumplido. Es decir, en alguien, entre los muchos millones que hemos comprado lotería y tenemos la corazonada de ganar, se cumple el pálpito. Es pura matemática.


Alguien en España tiene el presentimiento de que el día 22 le va a tocar el Gordo y está en lo cierto.


Entonces, ¿en qué quedan las corazonadas? ¿Qué hay de cierto en ellas? ¿Para qué sirven? Podemos preguntárselo a una policía de Madrid, agraciada con el Gordo de Navidad de 2016. Se llama Sergia y jugaba, compartido con otro compañero agente, un décimo del número 66.513, al que correspondió el primer premio del principal sorteo del año pasado, un buen pellizco de 400.000 euros por décimo. La suerte de Sergia vino determinada no solo por el azar, sino por la intuición. Porque esta mujer, que aseguró ser “muy supersticiosa”, siguió comprando el número que resultó premiado después de que la Comisaría de Arganzuela, “que lo jugaba de toda la vida”, cambiase de parecer y jugase a otro número en vista de que el 66.513 no tocaba nunca. Y justo el año que cambiaron, tocó. Es decir, la corazonada al revés. Y solo la que persistió en esa agorera fidelidad se vio recompensada.

Los propietarios de la Administración que dio el Gordo de Navidad en 2016. RTVE
Los propietarios de la Administración que dio el Gordo de Navidad en 2016. RTVE

Y lo mismo puede decirse de los loteros que vendieron íntegro –las 165 series repartieron la friolera de 660 millones de euros en total- el primer premio en su despacho del número 4 del Paseo de la Esperanza –nombre augural donde los haya-, y que solo llevaban cuatro meses regentando su Administración de Loterías. Ellos también tuvieron la corazonada de que lo darían. Ahí es nada. Superbingo a la primera. Pero, claro, dirán los escépticos, en alguna Administración tenía que caer el Gordo y la realidad es que, como es lógico, más veces lo dan los despachos que más negocio tienen, como los célebres Doña Manolita, o la Bruixa d´Or, de Sort, que este año se ha marchado de Cataluña para no volver, por las razones que todos los lectores conocen. Y, hablando de esto, a ver si en el “sorteo” democrático del día anterior al de Navidad en esa comunidad autónoma, recogen –recogemos todos los españoles- el premio de que ganen las elecciones catalanas los partidos constitucionalistas, y se ponga fin, de una vez por todas, a esa farsa del independentismo transgresor de la ley.


Alrededor del Gordo de 2016 se cumplieron corazonadas imposibles.


Volviendo a la lotería, muchos son, somos, los abonados a un mismo número de por vida. El que esto escribe lo está a un número determinado, que no va a desvelar porque está ya agotado, con el que lleva jugando a la lotería y al cupón desde hace cincuenta años, con la esperanza de que algún día toque. Y este año, como los anteriores, tengo la corazonada de que va a tocar. Como todo hijo de vecino.

PÁLPITOS IMPOSIBLES Y CUMPLIDOS (O NO)

Para más abundancia en las corazonadas, hay que señalar las que orbitan, para bien o para mal, alrededor del número 13. Esta terminación era, hasta el año pasado, una de las gafadas en el Gordo de Navidad. Nunca antes había salido, según fuentes de la Lotería Nacional. Los que compran lotería guiándose por la frecuencia o no de los números, seguramente declinaron la terminación en 13 porque jamás había salido premiada en la historia del sorteo, o, tal vez, por pura superstición. Ya sabemos la mala fama del 13. Pero los que no son supersticiosos y persistieron en su fidelidad al 13, en la Navidad de 2016 tuvieron su recompensa.

Mario Arias, uno de los cinco senadores del PP agraciados con el cuponazo del 155. PP
Mario Arias, uno de los cinco senadores del PP agraciados con el cuponazo del 155. PP

Y aun hay más en esto de las corazonadas del Gordo del año pasado. Porque las niñas Nicol Valenzuela y Lorena Stefan, que ya cantaron el Gordo de Navidad de 2015, soñaron que volverían a cantarlo en 2016, y así sucedió, a pesar de que las probabilidades jugaban en contra suya. Lo mismo puede decirse de los loteros mencionados, que vendieron el primer premio íntegro a solo cuatro meses de abrir su Administración.


A Alejandra Feodorovna o a María Antonieta les falló la intuición por completo.


Otras veces la corazonada es colectiva, como la que tuvieron los cinco senadores del PP que el 27 de octubre, viernes, el día de la aprobación en el Senado de la aplicación del artículo 155 en Cataluña, compraron unos cupones terminados en 155 del sorteo de la ONCE especial de ese día de la semana y que resultó premiado con el cuponazo. Los afortunados, el asturiano Mario Arias, y los almerienses Isabel Sánchez, Rosario Soto, Eugenio González y Luis Rogelio Rodríguez, después de abandonar el Senado, adquirieron los cupones en un puesto de la ONCE del aeropuerto de Madrid, antes de tomar el avión para volar de regreso a sus ciudades. Imaginamos la corazonada que sintieron cuando vieron el cupón terminado en 155. Y la alegría, horas después, al confirmar que el cuponazo correspondía al número 93.155, el que ellos llevaban. El premio dio ese día nueve millones de euros, pero los senadores no han hecho público cuántos cupones jugaban ni cuánto dinero les ha correspondido.

Retrato de la zarina Alejandra. La más importante corazonada de su vida no se cumplió.
Retrato de la zarina Alejandra. La más importante corazonada de su vida no se cumplió.

Pero las corazonadas no siempre son certeras. Al contrario, muchas veces –por no decir la mayoría- no lo son. Que se lo pregunten, si no, a María Antonieta o a la zarina Alejandra, locas de contento, cada una en su tiempo pero igual de ciegas, porque todo se iba a solucionar cuando ya las revoluciones que las aplastaron –a ellas y a sus reinantes familias- estaban casi consumadas. Lo recoge León Trotski en su monumental Historia de la Revolución Rusa –que recomiendo a todo el mundo ahora que se cumplen cien años de ella, porque ese libro es una magnífica lección de historia, de psicología, de vida y de buena escritura-, refiriéndose a los sentimientos de la emperatriz en los días finales de la monarquía de los Romanov, y comparándolos con los de la reina consorte de Francia en los días previos a su muerte. Dice Trotski al respecto: “Cuando Alejandra Feodorovna, dos meses antes de caer la monarquía, predice: “Las cosas toman un buen giro, los sueños de nuestro “Amigo” (se refiere a Rasputín) tienen un gran significado”, no hace más que repetir lo que María Antonieta decía un mes antes de derrumbarse en Francia el poder real: “Me siento muy animosa, y algo me dice que pronto seremos felices y estaremos salvados”. Están ahogándose y ambas ven sueños de color de rosa.

¿Para qué sirven, pues, los pálpitos? Pues, al menos, mientras se cumplen o no, para tener encendida la llama de la ilusión mientras se pueda. Entretanto, de aquí al día 22 somos muchos los que soñamos que este año nos va a tocar el Gordo. Casi seguro.

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