martes, 23 abril, 2024
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¿Qué diría Iglesias si Rajoy o Rivera tuvieran de segundo a sus mujeres?

El líder de Podemos ha hecho envejecer a su formación en un tiempo récord

“Ni media tontería”. Esta es la norma máxima que rige en Podemos, la formación que representó una esperanza para los millones de seguidores del movimiento transversal del 15-M que Pablo Iglesias ha acabado situando en la extrema izquierda y en la simpatía del separatismo. “Ni media tontería” es la actualización pablista del guerrista “el que se mueva no sale en la foto”. Es la decapitación verbal de toda discrepancia. Mientras tanto, Podemos ha envejecido a velocidad de vértigo. ¿Qué diría Pablo Iglesias si Mariano Rajoy o Albert Rivera, tuvieran de segundo a sus mujeres?

Las próximas elecciones municipales, autonómicas y generales medirán el grado del fracaso de Pablo Iglesias, el líder omnímodo de Podemos, que ha convertido a su formación en un partido viejo en un tiempo récord. Iglesias ha destruido la esperanza del Movimiento 15-M, ha fracasado en su estrategia de sorpasso al PSOE y pierde votos a chorros. De denunciante de “la vieja política”, de látigo de los “partidos viejunos” –PSOE y PP- ha pasado a convertir a su formación en un partido rancio, que destila decrepitud por todas partes. El mérito es exclusivamente suyo y de quienes se lo permiten, porque en Podemos hay numerosos políticos de una gran valía. Pero el personalismo estalinista de Iglesias ha podido, de momento, con todo.


La única que se ha atrevido a plantar cara, “Heroína” Bescansa, ha sido fulminada por el jefe.


La regeneración de “la vieja política” que Iglesias preconizaba no se ve por parte alguna. Iglesias ha cercenado toda posibilidad de discrepancia interna; ha creado un grupo duro a su alrededor donde no es posible el disenso; ha impuesto a los suyos, antidemocráticamente, tesis y estrategias de un autoritarismo extremo; lleva una gozosa vida de burgués, con su pluriempleo político-mediático, sustanciosos ingresos mensuales y una sabrosa cuenta corriente; y encima ha colocado a su mujer como segunda de a bordo en la formación y en el grupo parlamentario, después de defenestrar a Íñigo Errejón. ¿Qué diría Iglesias si Mariano Rajoy o Albert Rivera tuvieran a sus esposas sentadas a su lado en la bancada del Congreso, como portavoces de sus respectivos partidos y cobrando del erario público? Sin embargo, lo suyo es tolerado por cierta progresía sin que nadie diga nada.

La última jugada ha sido la defenestración a plazo fijo de Carolina Bescansa, a quien miembros de Podemos discrepantes con la línea del jefe llaman ya Heroína Bescansa. Su delito ha sido nada menos que atreverse a trazar un plan para desbancar al líder, ante la preocupante deriva del partido, que lo conduce directamente al fracaso una vez más. El valiente Errejón, que antaño parecía tener ideas propias, se ha plegado a la voluntad de Iglesias y ha renegado de su otrora aliada, dejándola sola y a los pies de los caballos. Una manada de machos conduce a Podemos hacia la irrelevancia, mientras la única persona que se ha atrevido a disentir y a publicitar su derecho al liderazgo ha sido nuevamente una mujer.

Iglesias y Montero son la imagen del nepotismo (ella está ahí porque así lo ha decidido él) que el líder de Podemos no toleraría en otras formaciones políticas. La vuelta de Tania Sánchez, la ex de Pablo Iglesias, a la primera fila de Podemos como número dos de la candidatura por Madrid, es, asimismo, una suerte de nepotismo a la inversa. En fin. Que lo de la vieja política está muy bien, pero quien envejece políticamente a toda velocidad es Pablo Iglesias y su manera de ejercer la representación y el liderazgo. ¡Qué pena de Podemos! ¡Qué pena de 15-M, dilapidado por un líder sin esencia ni sustancia!

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