También nuestras plantas domésticas han sufrido los efectos del confinamiento. En algunos balcones y terrazas de España hemos visto la muerte de las plantas a causa del confinamiento o la desaparición de sus dueños. Yo solo tengo dos orquídeas, a las que considero, respeto y admiro como seres vivos y bellos que son. Desde noviembre de 2019 no había vuelto a verlas y creí que habrían muerto. Pero, no. Ahí siguen, vivas y dispuestas a florecer de nuevo. Una lección de resistencia y generosidad en medio del desastre.
En nuestra casa de la playa tengo dos orquídeas en una ventana de la cocina. Son tan hermosas que incluso las fotografío de vez en cuando, componiendo imágenes cuya belleza es mérito de ellas y no mío. En noviembre las aboné y regué por última vez, sin saber que ya no volvería a verlas hasta pasados ocho meses. Primero unos viajes y después el estado de alarma y el confinamiento en mi domicilio habitual impidieron que pudiera atenderlas como ellas se merecen y como me hubiera gustado. Levantado el confinamiento, y con el temor cierto de que hubiesen sucumbido al abandono y a la sed, volví a mi segunda residencia en la creencia de que ya no las vería vivas, pero me equivoqué. Ciertamente estaban muy tocadas, heridas en su seco asombro, pero todavía respirando y latiendo con esa sencillez y ese silencio con que respiran y laten las plantas. Me emocionó encontrarlas luchando en silencio por su hermosa existencia. Incluso habían florecido y aún tenía flores frescas una de ellas. Las regué de inmediato y enseguida empezaron a recobrar sus hojas la lozanía y la tersura habituales.
Contar esto puede parecer una tontería y tal vez lo sea. Pero el confinamiento y la pandemia nos han hecho volver a esas tonterías que dan sentido a la vida, que llenan los días de instantes hermosos y felices y nos recuerdan que vivir es una sucesión de momentos mágicos, latidos esenciales y muchas veces desapercibidos, para sentirlos con la atención y la gratitud que merece el hecho de estar vivos.
Siempre que hablo de plantas recomiendo un libro excepcional de Stefano Mancuso, un científico italiano enamorado de las plantas, que en su obra Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal nos descubre misterios que no habíamos imaginado y que permiten comprender, por ejemplo, cómo puede un ser vivo delicado y sensible como una orquídea resistir la adversidad mejor que un ser humano.
La lección de las orquídeas es otra que llevo aprendida de estos tiempos conflictivos, pero tan didácticos en muchos aspectos. No hay que rendirse, lo sé, y si hay alguien con experiencia de resistente ese soy yo, pero después de lo visto en mis orquídeas he pensado que la resistencia, si es compatible con algo, lo es con la delicadeza, la generosidad y la flor.