viernes, 19 abril, 2024
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“El último amor de Lorca”

El extraño caso de la denunciada, marginada y magnífica obra teatral del gran (y honrado) dramaturgo Miguel Murillo

En noviembre del pasado año, cuando se celebraba en Cáceres la Muestra de las Artes Escénicas de Extremadura (MAE), coincidí en algunas actividades con José Carlos Corrales, productor y actor de EL ULTIMO AMOR DE LORCA, obra teatral de Miguel Murillo que se había estrenado un año antes (el 1-4-2017) en el Gran Teatro con muy buena acogida de público (más de 600 espectadores), que “aplaudió al final puesto de pie” según leí en una reseña de Europa Press. Interesado, ya que no pude asistir el día del estreno, le pregunté por qué no estaba seleccionado el espectáculo para exhibirlo ante los programadores asistentes a la Muestra. El artista me confirmó el éxito de la primera representación y su disgusto después, porque la producción había tenido “serios problemas” –que no me comentó- y no se estaba programando como merecía.

José Manuel Villafaina Muñoz.
José Manuel Villafaina Muñoz.

Hace pocos días, después de más de dos años -¡por fin!- pude ver la función en el Teatro Imperial de Don Benito (donde está haciendo muy buena labor su concejalía de Cultura) y me pareció un “ATRACTIVO Y CONMOVEDOR ESPECTÁCULO”. Así lo he escrito en el Periódico Extremadura y la revista internacional de teatro ARTEZ-BLAI, donde asiduamente publico mis críticas teatrales. Pero también he podido enterarme de los problemas de la producción, por una contestación –recibida en mi correo electrónico- a la pregunta que hago al final de mi crítica, afín a la que hice a Corrales, extrañado de que la Muestra –organizada por Toni Álvarez (CEMART) y Marce Solís (AGCEX)- no había contado con este magnífico espectáculo.

La respuesta la recibí de un miembro –Javier Cerrato– de la compañía extremeña de Jesús Custodio, que también produce un espectáculo sobre Lorca con el título del mítico teatro La barraca. Decía el mensaje: “No sé si tienes constancia de los problemas judiciales que esa «obra» ha tenido por ser presuntamente un plagio de otra titulada “Los amores Oscuros”.


Esa acusación, para quienes conocemos a fondo la trayectoria de Miguel Murillo, el prolífico y magnífico autor teatral extremeño, no podía ser creíble.


El escrito, al principio, me hizo reír. Pensé que se trataba de una broma. Pero un segundo mensaje insistiendo –no sé si malintencionadamente o todo lo contrario- hizo que me pusiera a investigar el asunto, pues esa acusación, para quienes conocemos a fondo la trayectoria de Miguel Murillo, el prolífico y magnífico autor teatral extremeño, no podía ser creíble. Y mira por donde, en mi búsqueda, descubro la torpeza y majadería del causante de la denuncia –el poeta andaluz Manuel Francisco Reina– y otro caso más de incompetencia y poca vergüenza de las responsables culturales de la Junta extremeña, Toni Álvarez, directora de las artes escénicas, la secretaria de cultura y la consejera.

La cosa empieza cuando la compañía Ex3 Producciones, de Corrales, se entera poco antes de ser estrenado el espectáculo (en 2017) que la directora del Gran Teatro cacereño había recibido un burofax de una abogada de Reina comunicando que la obra de Murillo es un plagio que acababan de denunciar. Y que las responsables de la Consejería de Cultura, sin informarse bien de la denuncia, dan una orden de suspender el estreno. Extrañados e indignados, tanto la compañía como el autor extremeño protestan –asesorados por un abogado- alegando que era un despropósito acusar de plagio una obra que los denunciantes no conocían, pues aún no se había estrenado. Finalmente, tras salvar algunos contratiempos logran que el espectáculo se represente.

Otra escena de la representación. CEDIDA
Otra escena de la representación. CEDIDA

ASUNTO ARCHIVADO

Pero el asunto, que más tarde fue archivado por una jueza casi muerta de risa por la ridícula denuncia, acarreó perjuicios económicos y desazones a los creadores extremeños. Murillo para demostrar que no había plagiado su obra pagó más de 4.000 euros por un peritaje que no dejaba lugar a la duda. Y la compañía, que a oscuras tampoco tuvo la confianza de la Consejería de Cultura, estuvo marginada de los circuitos de programadores que maneja Toni Álvarez (consentidos por la ignorancia o intereses de la consejera) en la participación de eventos -que subvenciona la Junta-, como la Feria de Teatro de Castilla León, o la mal enfocada Muestra Extremeña (MAE) de Cáceres, que paga los gastos a muchos programadores de la región y de fuera (donde para mayor oprobio, ese mismo año, habían traído de Aragón una obra sobre Lorca -“Amor Oscuro”- que trataba el mismo tema). De esta Muestra caótica he publicado -en los medios citados anteriormente- mis más duras críticas de los últimos años: “DECEPCIONANTE ORGANIZACIÓN” en 2016”, “UNA MUESTRA ENTRE LO CAÓTICO Y LA CALIDAD” en 2017 y “MÁS DE LO MISMO POR IMPOSICIÓN” en 2018.

Conozco a Murillo desde 1978, año en que ganó el Premio Torres Naharro con la obra “El Reclinatorio”, instituido por la Cátedra del mismo nombre y el Centro Dramático de Badajoz, bajo mi dirección artística. Estuve, además, de presidente del jurado de aquel premio que tenía una buena dotación económica, su publicación a nivel nacional en Pipirijaina Textos (10.000 ejemplares) y su montaje y gira (con José Luis Alonso de Santos, dramaturgo y profesor de dirección escénica de la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid). Desde entonces, Murillo no ha dejado de producir obras dramáticas, la mayoría de calidad. Tanto que ha llegado a superar al otro gran dramaturgo extremeño Manuel Martínez-Mediero. Hoy Miguel es el dramaturgo con más obras escritas y representadas en la historia del teatro extremeño e incluso del teatro nacional, y un artista distinguido, entre otros prestigiosos galardones, con la Medalla de Extremadura.


He descubierto la torpeza y majadería del autor de la denuncia, el poeta andaluz Manuel Francisco Reina, y otro caso más de incompetencia y poca vergüenza de las responsables culturales de la Junta de Extremadura.


DRAMAS DE LA MEMORIA

Con empeño y acierto, este autor extremeño comprometido ha escrito varios dramas de la memoria –duros, vibrantes, terribles- que acusan la inequívoca presencia de crímenes históricos que nos atenazan por la garganta, como arte teatral deslumbrante y elocuente. “Armengol” (que ganó el premio nacional Lope de Vega y fue interpretado por Pepe Viyuela y José Vicente Moirón), “La última copla” y “El último amor de Lorca” son tres ejemplos de la capacidad y el talento de Murillo, creador de esos dramas del realismo crítico construidos sobre la base de hechos reales, con una estética brillante –repleta de imágenes y sensaciones, de acotaciones llenas de simbolismo y complejidad, con calidad en los diálogos y con autenticidad en el retrato de los personajes- que remite a unas coordenadas impresionistas del teatro. Y que amalgaman el realismo social de Sastre, el realismo simbólico de Buero y el realismo poético de Gala. Pero que supone un realismo crítico más directo que el de las obras de estos autores, que en su época evidenciaban ideológicamente que se habían quedado dentro de los límites permitidos o que habían consentido modificaciones para alcanzar el escenario.

¿Y quién es Manuel F. Reina? Un poeta no muy conocido, que también ha escrito un poco de otros géneros literarios. En teatro solo se le conocía una pieza –“Olimpo busca chico nuevo de antes de hacer una adaptación teatral de su novela “Los amores oscuros”. Novela que le publicó Editorial Planeta por haber sido el autor que desvela la vida, la obra y los secretos del escritor y crítico de arte Juan Ramírez de Lucas, última pareja sentimental de Lorca, según unos documentos encontrados en casa de los familiares de Ramírez que Reina había fotografiado tras su muerte. Documentos que a la hora de publicar la novela (2012) reclama al Estado -en una entrevista en EL PAÍS (11-5-2012)- para que se hagan públicos y “puedan ser usados por los investigadores”.


Fue un despropósito acusar de plagio a una obra que los denunciantes no conocían pues aún no se había estrenado.


Entonces, volviendo a mi perplejidad inicial. ¿Por qué fue la denuncia de este autor teatral novato y contradictorio, de tan poca entidad teatral al lado de Murillo, partidario de que los documentos de personajes fundamentales en la historia de nuestro país se conozcan públicamente? La única razón la encuentro en un ataque de celos y de intereses de Reina al enterarse de que Murillo iba a estrenar una obra que podía ensombrecer esa adaptación teatral de la novela que estaba representando desde su estreno en Málaga, un año antes. En fin, que todo fue una denuncia precipitada que ha resultado una metedura de pata del escritor andaluz y una decisión injusta de las responsables culturales extremeñas, que han hecho un gran daño a Murillo y a los artistas de Ex3 Producciones.

UN ESPECTÁCULO MAGNÍFICO

El actor-empresario José Carlos Corrales, que tuvo un buen éxito de público en 2011 con “La última copla”, drama testimonial -de teatro y música- de Miguel Murillo dedicado al cantante de coplas Miguel de Molina, que planteaba con sensibilidad el tema del inhumano sistema franquista de represión a artistas por su posiciones republicanas y por su homosexualidad tras la guerra civil, ha promovido -casi una década después- con la compañía extremeña Ex3 Producciones otro drama con similar contenido y casi las mismas características estéticas: “El último amor de Lorca”, dedicado a la figura de Federico G. Lorca, que relata la relación –teatralmente inédita- de un amor desconocido en el mayor momento de éxitos de su teatro burgués, convertido en adalid de una corriente de pensamiento de libertad, y que sufrió las mismas amenazas de quienes en 1936 se sublevaron contra la Segunda República, que finalmente desembocaron en el trágico final del poeta.

La obra, que mezcla hechos reales y de ficción, reivindica el amor que siente el prolífico escritor granadino por el joven actor Juan Ramírez de Lucas, al que conoció en 1934, y recrea el entorno social, político y musical de la época de la República en que se mueven los personajes. El tema está perfectamente documentado, especialmente sobre hechos divulgados en la novela “Los amores oscuros” (2012) del andaluz Manuel F. Reina, que revela la última carta que escribió el poeta (fechada el 18 de julio de 1936) y retrata el convulso Madrid de los años treinta, de trasfondo brutal en las disputas políticas, y el hervidero cultural que es una España a punto de explotar.

El gran dramaturgo Miguel Murillo, autor de la obra. SANTI
El gran dramaturgo Miguel Murillo, autor de la obra. SANTI

En el texto de Murillo se aprecia un laborioso trabajo de investigación más allá de lo que le pueda haber inspirado el biógrafo Ian Gibson en su “Vida, pasión y muerte”. La delicada historia de ese amor truncado que muestra el autor extremeño evocando los gozos, las penas, las frustraciones y la pasión resulta relevante en el tratamiento de los personajes, muy próximos a como los describen en sus obras los intelectuales -amigos de Lorca– en el exilio. Entre ellos, Ángel del Río, catedrático de la universidad americana de Columbia, en su libro “Vida y obra de Federico García Lorca” (1952), y su mujer la escritora y actriz puertorriqueña Amelia Agostini (que trabajó con Lorca cuando estuvo en la Residencia Femenina de Madrid de María de Maeztu), con quien tuve el privilegio de hacer teatro en la Casa de España de Puerto Rico y de compartir tertulias en su casa de la playa de El Condado de San Juan (en 1973 y 74). Ese universo de un Lorca exquisito, simpático, ocurrente, cariñoso, de profundas reverencias, de extraña forma de andar y atropellada forma de hablar, como un niño precoz mimado por hadas locas está cabalmente reflejado en el texto de Murillo y en el espectáculo. Como también están muy bien significados los momentos de soledad, que encuentran en la metáfora de la sombra su mejor encarnación. La alegría y la tristeza, la fiesta y la tragedia, que son dos caras de la misma realidad y de una intimidad necesaria. Y la marioneta y la rosa, figuras con las que el poeta se identifica en sus versos, que convierte en vía para expresar su malestar, propiciado por las hipocresías sociales de la época.

El montaje, que ha necesitado sus arreglos de dramaturgia escénica por parte del director José Antonio Raynaud (y del mismo Corrales), sobre todo de las escenas donde son visibles los momentos de homosexualidad, que han buscado mostrarlos con una estética bella como manifestación de amor, logra un espectáculo bien armado –de teatro, música, canciones, bailes y poesía- en la que destaca la excelente interpretación de todos –bien arropada por los elementos dramáticos escenotécnicos- irradiando emoción popular.

Magnífico José C. Corrales, interpretando con máxima convicción a Lorca, además de cantar “con una espléndida voz de mozo rural”, según decía del poeta el musicólogo Adolfo Salazar. Muy bien Miguel Pérez Polo, dando vida a Juan Ramírez (fantástico el baile de un tango con Corrales). Concha Rodríguez borda el papel de Margarita Xirgu. Aquí, recitando a “Yerma” no es la excelente actriz cómica que conocemos sino la actriz de tensa fibra dramática que nos hace vibrar con emoción. Raquel Palma brilla como Maruja Argüelles, una cupletista atrevida, divertida, amiga de juergas y parrandas. Rüll Delgado, que hace del actor Andrés Morales (falangista en la ficción) esta soberbio en una escena de celos junto a Pérez Polo. Y completan el elenco Ana Franco (Pura de Ucelay) y Javier Herrera (Otoniel Ramírez) que cumplen perfectamente sus roles.

(José Manuel Villafaina Muñoz es licenciado en Arte Dramático, actor, director autor, profesor y crítico teatral, con una trayectoria profesional de más de 50 años).

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