Hoy es el día de la gran reivindicación extremeña en Madrid por un tren digno que se está celebrando a lo largo de esta jornada. Los convocantes no querían políticos en la concentración -políticos que han tenido 40 años para solucionar el problema y no lo han hecho- y por eso Extremadura está fuera del tren, de lo que se entiende por un tren moderno. A esta región podríamos llamarla ExTRENadura con toda propiedad. Pero la carencia de un solo kilómetro de vía electrificada o moderna en la región, la falta de unas comunicaciones ferroviarias a la altura de los tiempos –ni para viajeros ni para mercancías-, es solo un síntoma de lo que sucede en una tierra que, después de 40 años de autogobierno y de existencia de la Junta de Extremadura, sigue a la cola de España en casi todo.
En 2018 se cumplirán 40 años de la creación de la Junta de Extremadura, que primero fue preautonómica y a partir de 1983, con la promulgación del Estatuto de Autonomía, se convirtió en el pleno autogobierno de Extremadura que hoy conocemos. Un período equivalente en duración al franquismo. Un período en el que los ciudadanos pusieron muchas esperanzas de cambio y mejora, y cuyo balance, al cabo de cuatro décadas, es, por utilizar un calificativo piadoso, desalentador. Un ejemplo claro de ello –no el único- es el estado calamitoso de la red ferroviaria y el nefasto servicio de trenes en la región.
“Milana Bonita” es el grito ciudadano de una tierra que quiere salir del atraso de una vez.
La red ferroviaria extremeña en 2017, bien avanzado ya el siglo XXI, tiene exactamente la misma calidad y prestaciones que tenía en el siglo XIX. De sus poco más de 700 kilómetros, ninguno está electrificado ni las vías –todavía con traviesas de madera en muchos tramos- son aptas para los modernos convoyes. Ir de Badajoz a Madrid representa una odisea de más de seis horas, eso si el tren no se avería y los pasajeros tienen que apearse en mitad del campo, cosa que sucede con notable regularidad. Seguramente las averías y las incidencias de todo tipo –incendios en los vagones, velocidad mínima, pérdida de fuerza de las unidades tractoras, paradas por incidencias varias…- representan lo único regular del servicio, si es que a esto se le puede llamar servicio.
PERDER LA PACIENCIA
Las fuerzas vivas de Extremadura están perdiendo la paciencia y empiezan a reclamar de mil maneras una solución para tan grave problema, que representa un serio obstáculo para el desarrollo de una tierra que no acaba de despegar después de cuarenta años de autogobierno; un obstáculo que impide un adecuado y puntual transporte de mercancías, imprescindible para el progreso económico; y un obstáculo que dificulta el desplazamiento de los viajeros dentro de la región y de España, y que hace imposible los desplazamientos de larga distancia. Una de las últimas protestas, bajo el lema de “Milana Bonita” ha consistido en escenificar en Madrid la realidad de Los santos inocentes, como metáfora del atraso de Extremadura en tantas cosas aun hoy, incluido el tren. Un nutrido grupo de extremeños ataviados con atuendos rurales de mediados del siglo pasado, viajaron a la capital y escenificaron su protesta en Atocha de esta forma tan original. Si a las inaceptables deficiencias del servicio ferroviario unimos el hecho de que el único aeropuerto de Extremadura, el de Badajoz, solo ofrece mínimos enlaces con Madrid y Barcelona, el resultado es una región prácticamente aislada, cuyos viajeros están obligados a desplazarse en su inmensa mayoría por carretera.
Hace semanas que se convocó para hoy, 18 de noviembre, esta gran manifestación en la madrileña plaza de España, por la plataforma Pacto Social y Político por el Ferrocarril. “Milana Bonita” –cuya acción en Atocha ha merecido la atención de todos los medios de comunicación nacionales y la comprensión y la solidaridad de la sociedad española- ha anunciado que acudirá a dicha concentración, pero ha puesto una única condición: que la cabecera de la manifestación esté libre de políticos y solo vaya encabezada por la ciudadanía. Y tiene razón. Porque son los dirigentes políticos extremeños los principales responsables de esta situación. Son ya cuarenta los años de autogobierno, así que, ¿a quién van a echar las culpas los que han dirigido la región durante todos estos años?
SEIS PRESIDENTES
Extremadura ha tenido hasta la fecha seis presidentes: los tres preautonómicos, Luis Ramallo y Manuel Bermejo -que gobernaron alrededor de dos años cada uno- y Juan Bazaga, que estuvo en el cargo solo dos meses por dimisión del anterior, pero que fue durante casi toda la etapa preautonómica un superconsejero que tuvo en sus manos las carteras de Economía, Hacienda e Industria-; y los tres autonómicos, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, que gobernó 24 años, coincidiendo además buena parte de ellos con el gobierno de Felipe González en España; Guillermo Fernández Vara, que lleva seis años en el cargo; y José Antonio Monago, que gobernó cuatro años. A ellos corresponde, en la medida de los años que gobernaron y del poder que tuvieron, la responsabilidad de que Extremadura tenga todavía un tren infame.
Ningún presidente extremeño ha sido lo suficientemente reivindicativo en esta y en tantas cosas.
Alguno puede aducir que el tren no depende de ellos. Pero ¿qué depende de ellos? ¿Acaso no es obligación de cada presidente exigir de Madrid lo que a Extremadura le corresponde? Pero es que, además, en lo que depende de ellos también han fallado. Y han fallado en cuestiones esenciales, que son responsabilidad directa o indirecta de la Junta de Extremadura y de sus máximos responsables, los presidentes.
LOS FALLOS DE LOS PRESIDENTES
FALLO 1.- A LA COLA EN COMPETITIVIDAD. La UE sitúa a Extremadura en el puesto 230 de las 263 regiones existentes en Europa y la última entre las regiones españolas, en competitividad regional (Índice de Competitividad Regional de la UE/2017). Este índice mide once indicadores económicos y sociales, incluidos el desarrollo empresarial, la innovación, la educación básica y la universitaria.
FALLO 2.- A LA COLA EN EDUCACIÓN. Según el informa PISA, los escolares extremeños son los últimos de España en comprensión lectora, con solo 475 puntos, muy por debajo de la media del país (496), los penúltimos en competencia en Ciencia con 474 puntos (493 es la media nacional) y los cuartos por la cola en Matemáticas con 473 puntos (media nacional, 486).
FALLO 3.- A LA COLA EN PIB PER CÁPITA. Según el INE, Extremadura es la última región de España en PIB per cápita, con poco más de 16.369 euros, a casi 8.000 de distancia de la media nacional y a 16.000 del de Madrid.
FALLO 4.- A LA COLA EN EMPLEO. Según la última EPA, Extremadura es la región con más paro de España, con una tasa del 25,8 %.

Podríamos citar más fallos que, de una u otra manera, conciernen directa o indirectamente al gobierno autonómico, como, por ejemplo, el hecho de que las dos capitales provinciales extremeñas sigan viviendo de espaldas, entre otras cosas porque aún no se ha construido la necesaria autovía que una Cáceres y Badajoz; o que Extremadura no disponga de una autovía que enlace la región con el Mediterráneo.
Infraestructuras ferroviarias del siglo XIX en una comunidad que no despega.
Frente a las enormes carencias en materia de infraestructuras que sigue padeciendo Extremadura bien avanzado ya el siglo XXI, como es el caso del ferrocarril, hay que señalar, en cambio, las faraónicas –e incluso peligrosas y contaminantes- infraestructuras levantadas en tierra extremeña en beneficio de otras regiones, como la central nuclear de Almaraz, o los numerosos y enormes embalses –los mayores de España- construidos durante los últimos cuarenta años, más y mayores que los de la época de Franco. Todo eso representa una enorme capacidad de generación de energía eléctrica, pero que apenas deja beneficio en Extremadura ni está justificado por la realidad regional, donde el tejido industrial es mínimo.
ENERGÍA ELÉCTRICA PARA EL EXTERIOR
Extremadura es una de las principales suministradoras de energía eléctrica al resto de España y en su territorio se ubican dos de las diez principales centrales hidroeléctricas del país, la de Alcántara (2ª) y la de Cedillo (6ª). Solo la presa de Alcántara, según datos de Iberdrola, genera el doble de toda la energía que consume Extremadura en el momento de mayor consumo. Es decir, ha habido dinero para grandes obras que benefician a otras regiones, pero no para lo que beneficia a Extremadura, como el tren.

Entretanto, las obras del AVE que deberá unir Badajoz con Madrid, van a un ritmo tan lento que se acumula retraso tras retraso sobre lo anunciado, y que ahora vuelve a ponerse en el horizonte de 2024 o 2025. De modo que aún tardará siete u ocho años más, años en los que Extremadura seguirá desangrándose en productividad y en población, en un país que es el primero de Europa en líneas de alta velocidad, y el primero del mundo en relación con la superficie o la población, o el segundo del mundo en términos absolutos, solo después de China.
Tras cuarenta años de la creación de la Junta de Extremadura, la región sigue a la cola de España en casi todo.
Se comprende, pues, que los ciudadanos extremeños desconfíen de sus gobernantes autonómicos y no les quieran ver encabezando la reivindicación del tren. Porque la carencia de un tren adecuado a estas alturas del siglo XXI es el símbolo exacto del atraso secular que sigue ahogando a Extremadura, una región que continúa perdiendo todos los trenes, incluso en sentido literal.
Por todo lo expuesto, no estaría de más que el Centro de Estudios Fundación Presidente Rodríguez Ibarra –nombre rimbombante y personalista donde los haya- realizase estudios específicos para responder a estas dos preguntas que hoy se hacen los ciudadanos extremeños:
PRIMERA PREGUNTA.- ¿Para qué han servido cuarenta años de autonomía si Extremadura sigue a la cola de España en tren, comunicaciones, competitividad, educación, desempleo y renta per cápita?
SEGUNDA PREGUNTA.- ¿Qué responsabilidad han tenido y tienen los gobernantes autonómicos extremeños, incluido el propio presidente Rodríguez Ibarra, para que esto siga siendo así cuarenta años después?