Las playas españolas están entre las mejores del mundo, pero pueden dejar de serlo si sus responsables las siguen cargando de mobiliario urbano excesivo y de servicios innecesarios. Uno de estos servicios es la megafonía, un elemento distorsionador de la paz a que aspira el bañista en la orilla del mar, y de la tranquilidad y el descanso de los vecinos.
“¡¡¡Ding, dong!!! Son las diez de la mañana. Les comunicamos que en este momento quedan abiertos los servicios de playa. Les recordamos que mantengan limpia la playa en beneficio de todos y que vigilen sus pertenencias parta evitar disgustos. Respeten las banderas y conozcan su significado. Roja significa mal estado de la mar y prohibición de bañarse. Amarilla significa…”, y así, varios minutos de recomendaciones paternalistas y absurdas, emitidas, además, a todo volumen, por las numerosas torres de megafonía distribuidas por cada playa española que aspira a ser la primera en todo, incluso en ruido. Tan cercanas, muchas veces, dichas torres, que el eco de unas se solapa con el de otras, causando una algarabía molestísima.
Los usuarios, veraneantes, bañistas y vecinos admiten que la megafonía presta un verdadero servicio cuando se trata de anunciar la desaparición o pérdida de un menor, o cuando se interesa la presencia de un médico en caso de accidente cardíaco o por ahogamiento de alguna persona, o para advertir de algún peligro inminente. “Pero no es de recibo –señalan usuarios consultados por PROPRONews-, que la megafonía se dedique, por ejemplo, a dar la hora cada sesenta minutos, cuando lo que pretendemos los que estamos de vacaciones es olvidarnos del reloj; o a emitir mensajes ridículos con recomendaciones absurdas, del tipo de protéjase del sol con su creama bronceadora, como si los ciudadanos fuésemos niños y, además, niños tontos”.
VECINOS HARTOS
Pero si a los bañistas les molesta la creciente contaminación acústica de la megafonía de las playas españolas, peor aun es la situación de los vecinos que viven en los edificios situados sobre esas mismas playas. “Los bañistas –nos dice Juan Pedro- propietario de una vivienda en primera línea de playa en Cádiz- pueden marcharse de la playa en cualquier momento, pero los vecinos pasamos aquí todo el día, padeciendo a cada rato el sobresalto de la maldita megafonía, que rompe nuestra tranquilidad, impide dormir durante el día a quien ha trabajado de noche y nos causa incluso ansiedad”.
Altavoces municipales, música de chiringuitos, tambores hippies: cada vez más ruido.
En la mayoría de las playas españolas la autoridad municipal compite por ofrecer a los usuarios el mayor número de elementos y servicios, como si el logro de la “bandera azul” anual dependiera más del cúmulo de muebles, artefactos y volumen de la megafonía que de la limpieza de la arena y el cuidado del litoral. Muchos bañistas se quejan de la proliferación de pasarelas y espacios en los que ya es imposible pisar la arena; de la sobrecarga de elementos artificiales que rompen el paisaje marino y la fisonomía de la playas; de las monstruosas torres de megafonía plagadas de altavoces, que afean el perfil marítimo y rompen la tranquilidad con sus continuos e innecesarios mensajes; de la música de los chiringuitos a toda potencia; o de la tolerancia municipal con grupos de jóvenes que, provistos de tambores, timbales, bombos y otros instrumentros de percusión, se instalan en cualquier playa, en cualquier momento, de día o de noche, y se dedican a dar la lata durante horas.
Cada vez son más los usuarios que protestan por estas causas. Especialmente problemática es la situación para los hoteles de playa, cuyos clientes se quejan a la Dirección por este motivo, hasta el punto de que en ocasiones llegan a originarse cancelaciones.
NORTE Y SUR
Hemos sondeado el problema en diferentes lugares del litoral español y la conclusión es que el problema se ha generalizado, aunque la situación es mucho peor en el sur que en el norte. El asunto ha llegado ya incluso al Defensor del Pueblo Andaluz. “En Chiclana –por ejemplo- dice un vecino, se llega a utilizar la megafonía de la playa en ocasiones para transmitir sorteos de loterías solidarias o para dar noticias de cuestiones que nada tienen que ver con el cometido que le es propio”. En las playas de esta localidad gaditana, son numerosas las denuncias por esta causa. Y los vecinos se quejan de que el Ayuntamiento, siempre dispuesto a sancionar a particulares por ruido en locales de hostelería o comercios, es el primero que luego incumple la propia normativa. Y lo mismo puede decirse de Cádiz capital, de Ayamonte, de Huelva, de Marbella y de otras muchas localidades del litoral andaluz.
El probema es más agudo y está más extendido en el sur que en el norte.
En cambio, en playas del País Vasco, el protocolo de uso de la megafonía es mucho más restrictivo, hasta el punto de que solo se aplica a casos urgentes o para informar sobre cambios en el estado de la mar. Por ejemplo, en playas vascas no se considera un caso urgente el extravío de un niño, de modo que allí no se dan este tipo de avisos en primera instancia. Lo que se hace es que el socorrista, acompañado del menor, recorre la playa en busca de los padres, y solo si estos tardan en aparecer se da un aviso por los altavoces.
Los usuarios de las playas españolas, en especial de las andaluzas, son cada vez más críticos con la contaminación acústica del litoral, tanto que incluso amenazan con cambiar de destino vacacional si la situación sigue empeorando. La solución es bien fácil y está en la mano de todos los Ayuntamientos. Basta con reducir el volumen, dejar de dar las horas y reservar la megafonía únicamente para los avisos imprescindibles.